Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Inútiles y delincuentes al poder

Avergüenza asomarse al panorama nacional, regional y hasta local donde abunda la esperpéntica especie

La vida política en España -y no sólo aquí-, está llena de inútiles y delincuentes. Llámenles presuntos, en este último apartado, si todavía no tienen condena en firme, pero los primeros sí es verdad que no necesitan sentencia alguna, porque por lo que hacen o dejan de hacer quedan marcados en la sociedad. Vean, en el primer apartado, la inutilidad de muchos y muchas que ocupan puestos de cierta responsabilidad, aunque sean insignificantes. No tenemos que buscarlos sólo en los grandes órganos de decisión -gobierno, ministerios, direcciones generales, autonomías, consejerías, etc.-, sino que los encontramos en oficinas públicas o privadas, en multitud de alcaldías, concejalías, direcciones de patronatos y en infinidad de lugares en los que tendrían algo mejor que hacer que cobrar sus sueldos. A veces, en este apartado de inútiles para el bien común se incrustan los delincuentes, enriquecidos aprovechando sus cargos y sus puestos que se suponen ocupan para beneficiar a la sociedad y no para lucrarse personalmente o en beneficio del grupo. No tengo lugar para señalar la lista, en los diversos partidos, que tienen involucrados en delitos de corrupción. El poder corrompe, por eso es difícil hacer distinciones, aunque unos tengan más carga que otros. Entre los primeros, el PP, con sus abrumadores casos pendientes, seguido del PSOE -vuelve el asunto de los EREs-, la vieja Convergencia y los Pujol, y hasta a los nuevos, como Podemos, se les restriega sus dudosos ingresos.

La actualidad nos hace fijarnos en los últimos tiempos en el 'problema catalán'. En los próximos días es posible que la presidencia de la Generalitat recaiga en un presunto delincuente -que esté en la cárcel o huido- y que un elevado número de parlamentarios independentistas, cuando lo decida la justicia, queden inhabilitados para asumir funciones públicas, en virtud de sus graves delitos contra el Estado y su integridad. Es posible que la región se dirija desde la cárcel o desde Bruselas, que se convertiría en la capital de la hipotética república bananera catalana.

En fin, son asuntos que están definiendo la situación de un país repleto de inútiles y delincuentes -presuntos los segundos- en el poder o aspirando a obtenerlo. Avergüenza asomarse al panorama nacional, regional y hasta local donde abunda la especie.

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