por montera

Mariló Montero

Isabel, la capitana

ISABEL, de este barco, ahora tú eres la capitana". Es la frase que Santiago Vela le dirigió a su hija mientras la pequeña de siete años yacía en el interior de un pequeño ataúd. Desconozco el tono de su voz, ni si quiera si hubo algún quiebro en su garganta mientras le hablaba al cuerpo de la pequeña desde el altar de una pequeña iglesia del Campo de Criptana, abarrotado de familiares sobrecogidos y abrazados unos a otros. Pero el mensaje es dramático. Un padre diciéndole, pudiéndole decir, a su niña muerta que ahora es ella quien ha de dirigir su caminar por la nada en medio de ese todo inmerso en un interrogante eterno. Oscuro, muchas veces en nuestra imaginación, pero ahora iluminado por pequeños ángeles como también él la llamo.

Es como si él hubiera cogido con sus propias manos el pequeño barco de un único tripulante para depositarlo sobre las aguas del inmenso mar. Una nave diminuta que se dejará llevar gracias a la suave brisa que la mecerá hacia un desconocido horizonte en el que la infante seguirá jugueteando con las olas, sola. Hay que tener una entereza impactante para poder hablarle a tu hija inerte que descansa dentro de un humilde ataúd de madera marrón donde la han envuelto las llamas que devastaron la guardería donde jugaba en un centro comercial de Doha, en Qatar.

"Es un ángel más y ahora está en el cielo" siguió diciendo Santiago. Quizá consolado por la confianza de pensar que su niña ha de ser protegida por su abuelo y su tía, padre y hermana de Santiago, recientemente fallecidos también. Mientras su hija emprendía una nueva vida en la transparencia de nuestro entender él abandonaba la iglesia vestido con un impecable traje negro, camisa blanca y los ojos ocultos tras unas gafas de sol y agarrado a la mano de su esposa, quien también sostenía un paso tranquilo pero firme por las calles del pueblo que le vio nacer. Su niña se ha ido. Junto a los tres hermanos de siete, cinco y dos años de otro matrimonio español que también confió en esa maldita guardería ilegal que se construyó de mala manera en ese gran Mall que pretendía ser un paraíso en medio de un lujoso desierto.

No tengo valor de describirle ahora lo que imagino que ocurrió durante el incendio. En una fantástica guardería sin salidas de emergencia, sin extintores ni sistema contra incendios. Una auténtica locura que han de explicar y pagar los responsables. ¿Qué vida le espera a unos padres que, obligados a vivir, tendrán que soportar la condena del silencio de un hogar donde salían niños por cada rendija de la casa? ¿Qué vida les espera a unos padres que en media hora no daban abasto para contar cuentos y ahora han de robar el aroma de sus hijos entre sus muñecos? No sabes dónde está tu meta. No sabes cuál es tu último momento. Menos, el de tu hijos. Abrázalos ahora mismo.

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