Cambio de sentido

Carmen Camacho

Josef K. e hijos

REBAJAS de verano. Me decido por el cinturón "floral" (eso pone en la etiqueta), que viene con otro, llamado "étnico". Comunico en caja que sólo necesito uno. La dependienta me explica que se trata de un pack indivisible y que me tengo que llevar -y pagar- los dos. Sin ánimo de molestar, pregunto por qué. "Porque es así", responde la señorita, algo crispada.

Julio de 2016. La sombra de Vueling planea sobre el destino incierto de unas ocho mil almas, que de partida asumen que será un calvario reclamar y ser compensadas. Algunos afectados han perdido los estribos y escupido y jalado por los pelos al personal de asistencia en tierra, según ha declarado el comité de empresa. Como si acaso quienes dan la cara ante el público, y no el Hombre -o Mujer- Invisible, fueran los culpables.

Año catapún, Banco Popular. El interventor de la sucursal nos asegura que los bonos subordinados de complemento directo -o como quiera que se llamen- son un plazo fijo con rentabilidad y sin riesgo alguno, que confiemos en su palabra. El dinero, por trucos de magia financiera, ya no está. Tampoco el interventor. En el proceso de reclamación, la impotencia supera pronto a la indignación. Suma y sigue: contratos-cepo de telefónicas, la piedra de Rosetta de la factura eléctrica, y ay de ti si les fallas, te sueltan por carta a los perros, o le cortan tranquilamente la luz a una familia y… ¿alguien me podría decir cómo se atrocha en el Ikea?

La burocracia hace mucho que no compete sólo a la Administración. En nuestra sociedad, el absurdo burocrático y los abusos cometidos por algo o alguien que no tiene cara están implantados de lleno en el sistema económico. Como bastardos del kafkiano Josef K., ahora nos enfrentamos a El Proceso en el consumo, a procesitos aparentemente inofensivos, de forma tan habitual que ni sentimos la doma y la derrota que hay tras ello. En Il pollo ruspante de Ugo Gregoretti, un padre de familia, después de sucumbir ante las reglas de consumo de un autogrill, le explica a su hijo que, para almorzar, prefiere el pollo de corral, libre y por ello sabroso, al de granja, sometido desde chico a luces y horarios e intervenido en su subconsciente. Como pollo harto de pienso fijo, líder en una rebelión en la granja, a veces me entran ganas de gritar, con Luis Rogelio Nogueras: "¡Yo era tan delgado cuando luchaba contra la burocracia!". (Por cierto, a quien pueda interesar: regalo cinturón, modelo "étnico").

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