Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Lata catalana

Poco ha cambiado tras el 21-D para sentirnos aliviados de escuchar tantas voces en la lengua vernácula

Había cierta esperanza en que tras las elecciones autonómicas en Cataluña el panorama inquietante que vivía la región más rica de España, locomotora en buena parte de la economía española, se iba a relajar, dejando a un lado a locos e iluminados como Puigdemont y su corte de fanáticos independentistas, por la fuerza de los votos, más que por la de las leyes que han demostrado saber saltársela a la torera. Los secesionistas han vuelto a obtener la mayoría absoluta en el Parlament, aunque han perdido votos que, traducido en un referéndum legal al que aspiran no conseguirían el triunfo en una Cataluña que se exhibe absolutamente dividida. Ha habido, sí, datos relevantes: el triunfo de Inés Arrimadas, de Ciudadanos, que ha logrado ser la primera fuerza ganadora en Cataluña, por encima de los soberanistas, por vez primera en la historia, y el monumental batacazo del PP, casi convertido en una fuerza residual. A nivel nacional y no sólo regional el partido de Rajoy debería tomar nota. Como tendrán que hacerlo, a los dos niveles, los socialistas que han dejado tan desguarnecido el llamado bloque constitucionalista, pese a los simpáticos bailes de Iceta.

Vuelven los fantasmas a Cataluña, salvo que el Gobierno que formen los secesionistas abandone la unilateralidad de su república bananera que no puede existir ni proclamarse con las leyes vigentes y se dediquen, exclusivamente, como corresponden a las regiones autónomas, a gobernar su país dentro de la legalidad. No parece que vaya a restablecerse esa normalidad, escuchando la última proclama, tras conocerse los resultados del 21-D, del ínclito Puigdemont, afirmando que "la república ha ganado al 155 monárquico", ni que vayan a abandonar ese odio y desprecio por los que no son ni piensan como ellos. Se aprecia en Cataluña cierto amor al suicidio, importando poco despeñarse por el precipicio, arruinar su economía, poniendo en peligro el futuro laboral de su gente y agrietando el prestigio alcanzado en la Europa que hoy rechazan. Veremos lo que pasa a partir de hoy, con parte de su parlamento electo en prisión o perseguido por la justicia. Lo que parece seguro es que vamos a tener que soportar por mucho tiempo la lata Catalana porque poco ha cambiado tras el 21-D para sentirnos aliviados de escuchar tantas voces en la lengua vernácula.

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