NO hace mucho tiempo escribí en este hueco que nos dejan para la opinión que la Federación Española de Baloncesto era un cortijo en manos del señorito Pepe Luis. Ahora, lo que se me ha puesto entre ceja y ceja es la Liga ACB, que entre sus méritos está haber organizado la mejor liga de Europa (la segunda del mundo, dixit), pero que tras muchos años en funcionamiento, casi siempre en las mismas manos (igual que lo que ocurre en la FEB), ha terminado por convertirse en una masía, porque casi todo lo que en el organismo se cuece se hace en esa nación en la que se ha convertido Cataluña vía Estatut. Al respecto, recuerdo que cuando Granada acogió la Supercopa, todo el aparato 'acebeciano' se instaló en un lujoso (no podía ser de otra manera) hotel de la ciudad. Cuando fui a por mi acreditación comprobé que el idioma oficial de la ACB parecía que era el catalán: ahí se lo guisaron y ahí comen. Vamos, endogamia con seny.

Son tantos ya los que viven de la ACB que el principal objetivo de la Liga es la subsistencia. Tanto es así que el acuerdo al que se ha llegado con las televisiones para que el baloncesto llegue a todos se rubricó en beneficio del organismo. En otras palabras, el montante y sonante que se recauda de las teles se destina al mantenimiento de la burocracia de la Liga. Y los clubes, a dos velas en este apartado. Peor aún, viven pendientes de los que decidan los 'televiserosautonómicos' de turno (TVE siempre televisa su partido el mismo día de la semana, a la misma hora) para poner hora a los partidos.

La última cacicada la sufre esta semana el CB Granada. El equipo de Trifón Poch se ve obligado a jugar pasada mañana en Valencia después de haber disputado otro partido anteayer en Badalona. Y todo porque una televisión, Punt 2 en este caso, a decretado que televisará el partido el viernes. Entre el viaje de vuelta de Barcelona y el de ida a Valencia, ya me dirán ustedes qué tiempo va a tener el técnico para preparar el partido ante el Pamesa. Y la ACB no hace nada. No dice nada.