palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Listos por naturaleza

EL corrimiento general a la derecha que ha emprendido Europa en general y España en particular, y que culminará con el advenimiento de Rajoy a La Moncloa dentro de nueve meses, está propiciando numerosos movimientos tácticos entre quienes aguardan impacientes a que la sartén cambia de manos y no para un mandato o dos, qué va, sino para muchos, posiblemente para décadas, pues la revolución conservadora se está forjando con vocación de arraigo. Todos los grandes cambios introducidos últimamente en la economía mundial (y todos los que están en proceso) que cuestionan la supervivencia de los derechos sociales obtenidos a lo largo de más de un siglo de lucha pretenden eliminar para siempre y de un tajo los viejos valores. En el ámbito empresarial el objetivo no es derogar o matizar leyes favorables a los trabajadores sino de fijar reglas de juego con pretensión de perpetuidad.

El juego sucio momentáneo ya lo lleva a cabo, en el caso de España, el Gobierno socialista. La inoperante reforma laboral aprobada hace un año no ha servido ni para ampliar el empleo por la vía de la amputación parcial ni para contentar a la patronal. En realidad no pasó de ser una reacción tibia más para justificar la acción de gobierno que para obtener resultados inmediatos e indiscutibles. Ayer pasó lo mismo con la reforma de la negociación colectiva. Gracias a la bondadosa abstención de CiU y PNV el Gobierno sacó adelante un decreto para la negociación de los convenios que no seduce a nadie y cuya supremacía, si como parece el PP gana las generales, será muy transitoria. ¿Entonces para qué sirven las reformas que va a emprender el Gobierno en el último tramo de mandato salvo para justificar la resistencia a adelantar el fin de la legislatura?

Frente a esa tibieza de Zapatero, el PP insiste en que España es una rémora para el euro, es decir, para el mercado, el FMI y la política radicalmente conservadora que predica Bruselas, y la CEOE da a conocer un estudio sobre escolarización de su Instituto de Estudios Económicos que plantea que las claves del éxito escolar son genéticas. Es decir que se es listo por naturaleza, de igual manera que pobre o gilipollas (dicho sea con perdón). No se trata, pues, de revisar ligeramente una ley sino de proclamar que la herencia genética "tiene una importancia sustantiva en el rendimiento escolar de los hijos equivalente o algo superior a la del origen socioeconómico". De ahí que la segregación educativa (y la cultural y la económica) deba ser, según la CEOE, la tendencia natural que han de auspiciar los buenos gobiernos. La inteligencia heredada, es decir, la tradición familiar basada en supuestos asertos científicos, es la única alternativa. Qué miedo.

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