La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Malas bestias unos y otros

Carecen de la autocontención que procura la educación y la autolimitación que impone el miedo a la autoridad

Asistimos a un crecimiento de la violencia juvenil, unas veces con coartada política y otras a las bravas, que no recibe la atención que requiere. En parte porque se tratan como cosas distintas los enfrentamientos entre supuestos cafres que se dicen fascistas o antifascistas, de este o aquel equipo de fútbol y de una u otra tribu urbana y los producidos entre las fuerzas de orden público y fanáticos antistema, nacionalistas o gamberros borrachos. El error es no considerar que en todos los casos el origen es el mismo y lo único que varía la cortada que les autoriza a quemar contenedores y coches, destrozar escaparates y mobiliario urbano, cargar contra la policía o liarse a palos -hasta con resultado de muertes- entre ellos.

El pretexto ideológico ofrecía a los escuadristas del fascismo y los camisas pardas del nazismo ocasión para dar rienda suelta a una brutalidad que preexistía en ellos a la cortada que les permitía ejercerla. Lo mismo sucedía con la kale borroka con pretexto independentista o con la barbarie antisistema desatada en Seattle en diciembre de 1999, Génova en julio de 2001, Barcelona en mayo de 2006, noviembre de 2007, septiembre de 2010 o marzo de 2012, Burgos y Madrid en enero y marzo de 2014, Milán en mayo de 2015, Hamburgo en junio de 2017 o en Murcia hace tres días… Y así en la larga lista de violencia que, coartadas ideológicas aparte, para mí es idéntica a las tragedias -con muchas más víctimas mortales- provocadas por los enfrentamientos entre los hooligans en Bradford y Heysel en 1985 o Sheffield en 1989 -por citar dos de los que causaron más muertos- a los que se pueden sumar las incontables batallas campales que se producen antes y después de los partidos.

Barbarie que a su vez se repite, esta vez ya sin coartada política o reivindicativa, en tantas concentraciones juveniles de botellón y borrachera. Desde Cáceres en octubre 1991, protestando por el cierre de los bares a las tres de la mañana, hasta el pasado domingo en Majadahonda, cuando una legión de malas bestias desató la barbarie porque no les permitían acceder a una carpa que ya había completado aforo, atacando con extrema brutalidad a la Policía y la Guardia Civil. Con coartada política o sin ella es una única violencia que tiene una primera causa: estos animales carecen de la autocontención que procura la educación y la autolimitación que impone el miedo a la autoridad.

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