El que apaga la luz

Federico Vaz

Malcriados

PSICÓLOGOS y sociólogos amasan verdades de Perogrullo, los representantes públicos las incorporan a su discurso y los medios de comunicación las amplificamos. Cargado de datos vino por Granada el Defensor del Pueblo Chamizo a hablar de menores en riesgo y nos contó que no es en las familias que pasan apuros, sino en las de la llamada clase media -que es a ricos lo que desfavorecidos a pobres, un eufemismo- donde más se crían pequeños monstruos y tiránicas criaturitas que en casos extremos acabarán descalabrando a sus propios papis.

Pues claro, hombre, ni siquiera es un fenómeno de estos tiempos: el niño malcriado es connatural a la clase dominante, como la mala educación, la petulancia, la insolidaridad y la falta de escrúpulos. Si acaso, el acceso generalizado al consumismo, que crea el espejismo de tenerlo todo en amplios sectores sociales situados pocos escalones por encima de las privaciones, produce malcriados de más baja cuna, heredando la confusión de sus progenitores.

El pobre de solemnidad sabe desde pequeño que ha de arrimar el hombro, y orienta su ira hacia el exterior, no hacia el núcleo familiar que le sirve de refugio; puede estar -con derecho- cabreado con el mundo, pero no con los suyos. Aprenderá del hermano mayor a traficar y trapichear; no le pegará a la madre porque ésta le lleve la contraria, pero le cruzará la cara a quien se la nombre. El niño asiático que cose balones no tiene tiempo para desarrollar problemas de conducta; el niño rumano que mendiga, si ve a un policía cerca huye, no corre a denunciarle el abuso al que le someten sus padres. Es consciente de formar parte de una empresa familiar, por disfuncional que sea, y de que de su aportación depende su propia subsistencia.

Sin embargo los chavales que apalean mendigos lo graban en un móvil caro, ni saben ni se preguntan qué es vivir en la calle; se hallan a años luz de su víctima, a la que no consideran de su misma especie.

Tiene razón el Defensor en que también en familias con dificultades para llegar a fin de mes se dan las situaciones de abandono que pueden provocar los problemas de conducta del menor. Pero ¿de qué sirve intervenir en esa familia como propone Chamizo? ¿va a dejar de trabajar uno de los padres para atender al crío? ¿es siquiera deseable que eso ocurra? No, es a los explotadores para los que trabajan los padres a quienes hay que meter en vereda; a quienes impiden que los horarios de trabajo se coordinen cuando hay niños que educar y atender. Sí sería una actuación preventiva de las administraciones desterrar la horrenda costumbre española de salir del trabajo a las ocho o las nueve de la noche y legislar para que los contratos incluyan cláusulas de conciliación reales y obligatorias, que no te fuercen a abandonar a los niños ni a explotar a las abuelas.

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