La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

'La Manada' indigna

Del relato de hechos probados se deduce que hubo sexo no voluntario, pero la sentencia no ve agresión, sino abuso

Desde el momento en que se conoció que los tres jueces del caso de la Manada no estaban de acuerdo -por eso se retrasaba el fallo- se sabía que la sentencia iba a ser polémica. Pero ¿tanto? No se recuerda una movilización tan rápida, masiva e intensa contra una resolución judicial. Se explica quizás por el último avance cualitativo en la lucha feminista y por la singularidad y eco mediático del caso de Pamplona.

La sentencia no ha satisfecho a nadie. Ni a los que defendían una condena rigurosa por violación ni a los partidarios de la absolución de los cinco enjuiciados, incluyendo el propio tercer juez, que emitió un voto discrepante extensamente razonado sobre lo que él cree que fue sexo voluntario. Las denuncias de algunas manifestantes y líderes feministas contra la Justicia patriarcal y machista están de más: ha habido condena a los acusados -casi la mayor pena posible para el delito probado de abusos-, de los dos magistrados favorables a la condena uno es una mujer, y el fallo no es definitivo, puede ser recurrido, y lo será.

Salvada la honorabilidad de los jueces y su sincero afán de impartir Justicia, creo que el fallo es fallido. El relato de los hechos probados por el tribunal no se corresponde con la literalidad de la sentencia. Después de admitir que la joven víctima se sintió agobiada, presa de la angustia y el desasosiego, y por ello no se resistió a las prácticas sexuales dispuestas por los encausados, la sentencia no deduce que hubiera violencia o intimidación, sino prevalimiento.

La violencia o el prevalimiento es lo que marca la frontera entre la agresión sexual y el abuso sexual. Los dos magistrados condenantes han estimado que los de la Manada -el apodo se lo pusieron ellos y da una idea precisa de su conducta y su pensamiento- hicieron valer su número, fuerza y propósito para imponerse a la víctima, pero no ejercieron una violencia capaz de doblegar la voluntad de ella. En la misma línea de los que mantienen relaciones con otras personas haciendo valer su autoridad sobre ellas (maestro, jefe, padre): abusan, pero no violan.

Creo que se han equivocado. La propia situación generada en el portal de Pamplona -y hasta los antecedentes de los agresores- fue pura violencia, a la que la chica bien pudo responder con pasividad y aparente consentimiento por miedo. Eso no lo borra ni la inquietante pregunta sobre qué hace una joven de 18 años yéndose con cinco desconocidos una noche de Sanfermines.

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