Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Manifiéstense

Cada vez que hay un atentado yihadista salen los guardianes a repartir los 'carnés' de morito bueno y morito malo

No falla: cada vez que hay un atentado yihadista, especialmente si pilla cerca, salen los guardianes de la moral dispuestos a repartir los carnés de morito bueno y morito malo. Ya no se trata de pedir a quien tenga potestad de hacerlo una reflexión sobre las razones puramente religiosas de quien decide perpetrar la masacre: tras la que hubo que llorar en Barcelona no faltaron escritores, columnistas, tuiteros y aspirantes a influencers que dejaban bien claro cómo, cuándo, dónde y en qué términos debía manifestarse la comunidad musulmana. "Hasta que no los vea a todos reunidos detrás de una pancarta donde se pueda leer No en mi nombre, no me los creeré", afirmaba uno de estos prodigios. Y, bueno, ha habido musulmanes que se han manifestado justo en estos términos, aunque según otros analistas no eran suficientes para dar por bueno cierto rango de representatividad global del islam. Según el mismo criterio, dado que el matiz a tener en cuenta es únicamente el religioso, todos los musulmanes del mundo, ya sean chiíes, suníes o wahabíes, ya acudan a rezar a la mezquita con mayor o menor asiduidad, tendrían que haber salido de sus casas con la misma pancarta de marras desde Buenos Aires hasta Macao. Por lo menos.

De nuevo según este razonamiento, dado que los nazis que se liaron a atropellar a gente en Charlottesville actuaban en nombre de Cristo, según el credo predominante en el KKK, que por otra parte tantas vidas se ha llevado por delante, todos los cristianos del mundo, ya sean católicos, luteranos o baptistas, tendrían que haber salido a la calle tras una pancarta que rezara No en mi nombre. Porque todos ellos comparten algo que les vincula (profundamente) a terroristas que amenazan con hacerse con el poder del mundo (algo de ventaja le sacan al ISIS: ya tienen en el trono de EEUU a uno que, por lo menos, está dispuesto a pensárselo a la hora de condenar sus actos) con tal de que no quede vivo ni un negro ni un judío. Bien, yo soy cristiano. Y no tendría ningún reparo en mandar a hacer gárgaras al listillo que viniera a decirme cómo tengo que manifestarme para quedar libre de sospecha. No sé si esto, con la que está cayendo, me convierte en cómplice de algo. Pero sí sé que no hay ser humano más alejado de mí que un nazi o que un yihadista. Y que no tengo necesidad alguna de demostrárselo a nadie. Así que imagino que a más de un musulmán tanto concienciado le tocará las narices.

En plena contrarreforma, el escrúpulo de la pureza de sangre se mantiene intacto. No actuamos en nuestro nombre, sino en el de aquello que representamos. Aviados vamos.

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