Maquiavelo en Cataluña

Que la exasperación con Rajoy no nos haga olvidar que los que se están cargando la democracia son otros

No hay que dejar que la indignación nos impida ver la realidad. Puede impacientarme muchísimo el positivismo jurídico en el que se ha enrocado Rajoy, que no se atreve a hacer una defensa de la unidad de España que se salga ni un milímetro de la panzuda burocracia. Puede enfadarme la lentitud de las instituciones, que investigan esto y aquello, pero que no detienen a nadie, mientras que asistimos a delito tras delito y, sobre delito, otro. Ahora, las autoridades catalanas también se han pasado por el forro las leyes de protección de datos, que afectan al derecho a la intimidad y a la privacidad de las personas.

Todo eso está muy bien, quiero decir, muy mal, pero cuidado. Que la exasperación con Rajoy no nos haga olvidar que los que se están cargando la democracia, el Estado de Derecho y la nación son otros. Y que las investigaciones interminables no nos hagan obviar los hechos terminantes. Por ejemplo, esa vulneración de la ley de protección de datos.

En el fragor de la batalla político-jurídica, se nos puede pasar que la Generalitat y todo el movimiento del 1-O pasa sistemáticamente por encima de los derechos de los ciudadanos de Cataluña. Podría hacerse una tesis doctoral de todos aquellos casos en que el nacionalismo independentista ha hecho de su capa un sayo. Hay un denominador común: los fines (la independencia y la república catalana) llevan años justificando allí los medios, empezando por los mismos medios, que se han usado, desde la televisión, los periódicos y la radio, para hacer el caldo gordo al independentismo, y acabando con algo que tendría que ser un fin en sí mismo y que se mediatiza absolutamente: la educación. Pasando, como pudimos ver hace poco, hasta por el propio parlamento de Cataluña. No se están dejando nada atrás.

Los catalanes deberían estar muy inquietos (más de la mitad de ellos ya lo están) con unos gobernantes que recurren de manera tan burda y tan vasta al maquiavelismo más básico. Cuando los principios se ponen al final, en la meta, y no configurando del primer paso hasta el último, no se puede esperar más que una tiranía más o menos disimulada. La falta de respeto a los derechos de los ciudadanos, a los procedimientos de la democracia y a las estructuras del Estado de Derecho, activen o no a Rajoy, tengan o no consecuencias penales, sea uno partidario, incluso, de la independencia o no, son para echarse a temblar por sí mismos.

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