Pensándolo mejor

Miguel Hagerty

Mardito parné

CUANDO hay dinero por medio en la cosa pública, es muy difícil que el interés común se haga un hueco; y cuando es mucho dinero, es prácticamente imposible. El caso Malaya, las primeras detenciones en Totana -que va a haber más-, el impresentable de 'El Pocero', la mole de Parque Nevada y otros muchos ejemplos sólo representan el punto de un iceberg arrollador de intereses creados que hasta proponen instalar el primer teleférico del mundo en un desierto; adivinen dónde.

Todo esto es difícil de regular, y menos controlar, en una sociedad en que las televisiones privadas parecen reclamar el 'derecho' a inducir al maltrato machista en nombre de una mal entendida libertad de expresión o, lo que parece ser el caso del Diario de Patricia de Antena 3, la mala voluntad en el diseño de los guiones fundamentada en la avaricia pura y dura.

Sin embargo, nadie pone en duda la capacidad del Estado de regular y controlar el tráfico, quién conduce, qué vehículo se conduce, por dónde se puede conducir y, en algunos casos, cuándo se puede conducir; todo lo cual está muy, pero que muy bien porque sin unos controles mínimos la matanza vial sería aún mayor.

Últimamente, los paneles informativos se han puesto especialmente interesantes con la promoción de una campaña ITV para los ciclomotores. Al pasar por el espeluznante Centro Nevada, hasta se me pasa la mala leche al enterarme del interés de la DGT en la seguridad vial y, de paso, mi propia seguridad. Sus paneles me avisan de próximas retenciones, de la niebla, de un accidente y otras cosas de interés vital para el trayecto que estoy realizando en horas punta y no tan punta. Chapó.

No obstante, algo no cuadra cuando viajo a Madrid, Sevilla o Almería -¿a dónde nos vamos a viajar si no?- y mantengo mis ciento veinte km/hora como marca la ley y un pedazo de cochazo deslumbrante me adelante a ¿cuánto? ¿180, 190, 200...? ¿Más? Todos los días se pueden leer anuncios de coches potentísimos en venta. Hace poco en este mismo periódico se dio la noticia de un deportivo que se pondrá a la venta en España el año que viene capaz de alcanzar los 380 km/hora.

Hasta que no se pongan restricciones reales a los fabricantes para que dejen de hacer máquinas de la muerte al alcance de cualquier idiota con dinero de sobra, todas las campañas de la DGT serán en balde. Basta uno sólo de estos cretinos al volante de una bomba para buscar la ruina a todos los que le rodean.

El límite está a 120. Mientras no se controle a los fabricantes, las muertes seguirán subiendo. Por muchas ITV que pasen los ciclomotores.

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