MARIANO Rajoy no debe preocuparse mucho por la encuesta del CIS en la que la mayoría de los encuestados le da como perdedor en el debate frente a Zapatero. Creo que lo perdió, efectivamente, pero hay que matizar dos cosas sobre el sondeo: la inmensa mayoría de los ciudadanos no siguió el debate y habla de oídas cuando se les pregunta, y el resultado del mismo no tiene por qué predeterminar el resultado de unas elecciones (las europeas, mismamente).

Más preocupante es lo que el propio Rajoy está haciendo en relación con el caso Gürtel: meterse en la guarida del lobo. Al defender a capa y espada la inocencia del presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, está en buena parte ligando su suerte a la del mejor trajeado de los presidentes autonómicos del PP, imputado precisamente por eso, por los indicios de que la trama corrupta de dicho caso le pagaba sus trajes, por amistad o por algo más impuro que la amistad, eso ya se verá.

Ahora ya no vale achacar la investigación sobre Camps a una persecución política del Gobierno materializada dócilmente por el juez Baltasar Garzón. Ahora ha sido el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (recordemos: lo preside un amigo de Camps que fue consejero de su gobierno) el que lo ha citado a declarar, el próximo martes, como imputado por un presunto delito de cohecho, junto a su número dos en el PP regional, Ricardo Costa, el otro elegante de la zona.

Tampoco vale la doble vara de medir de Mariano Rajoy en el caso Gürtel. Con los imputados de Madrid ha sido rigorista, provocando la suspensión de militancia de varios diputados y la dimisión de varios alcaldes. Con los dos principales imputados de Valencia, Camps y Costa, viene siendo benévolo. Les sigue respaldando, incluso tras la imputación. No hay más razones para esta diferencia de criterio que el hecho de que Camps haya sido uno de los principales apoyos de Rajoy ante las turbulencias congresuales del año pasado y después, y también que sea presidente, con amplio y continuado éxito electoral, de una comunidad autónoma tan dinámica y próspera como la valenciana.

Pero motivos objetivos y aceptables para la opinión pública no los hay. Rajoy juega con fuego. Puede ocurrir que el martes Francisco Camps sea capaz, como ha anunciado cien veces, de explicar sus estrechas relaciones con algunos de los personajes de la trama, los contratos otorgados, sin concurso, por su gobierno a esos empresarios y la posible vinculación entre una cosa y la otra, y el magistrado le levante la imputación. Pero también puede ocurrir que los indicios se conviertan en sospechas fundadas de delito y que el juez pase de la imputación al procesamiento. En este caso el juego terminará con un Rajoy sufriente de quemaduras de diversa consideración. Él se lo habría buscado.

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