Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Matar a un niño

Hacer política en el convencimiento de que la mano dura proporciona votos es sencillamente repugnante

Quien mata a un anciano le roba el presente; quien mata a un niño siega la vida entera, le arrebata lo que es y todo lo que el tiempo podría llegar a regalarle. Siendo ambos crímenes execrables, espeluznan de manera diferente. Esa es la razón de que uno pueda llegar a entender, aunque desaprobándola, la reacción de la turbamulta cibernética tras el asesinato de Gabriel Cruz, el pececito almeriense. Un inmenso jurado popular propone aplicar el Levítico (capítulo 24, versículos 19 y 20), matar primero y juzgar después a la sospechosa (y confesa) de la enormidad, la compañera sentimental del padre del chiquillo. Aunque lo cierto es que aún se desconocen muchas de las circunstancias que arrojarán luz al caso: ¿Participaron otras personas? ¿La muerte fue premeditada o espontánea? ¿Medió un rapto de locura?...

Cuesta aún más comprender a los medios de comunicación y los profesionales de renombre que han colgado el cadáver del pequeño en las portadas de los periódicos y en las pantallas de la televisión dispuestos a venderlo por piezas. Muchos de ellos han acentuado la raza, la nacionalidad o la condición sexual de la presunta autora de la atrocidad. La han llamado negra, como si el color de la piel la hiciera más propensa a la crueldad. Han destacado que es hembra para lanzar la falsedad de que las mujeres matan tanto como los hombres. Y han pedido que la expatríen a la República Dominicana, su país de origen, para que sufra el rigor de sus cárceles y no suponga un gasto para los españoles.

Con todo, lo más reprobable es que algunos políticos de la derecha hayan convertido al crío en carnaza electoral para defender la ampliación y endurecimiento de la prisión permanente renovable, un seudónimo amable de la cadena perpetua. Sus declaraciones me han hecho evocar a Tácito y a Condillac, quienes con distintas palabras mantienen que "en tiempos de corrupción es cuando más leyes se dan". Aunque rechazo la cadena perpetua y la identificación de la justicia con la venganza, puedo aceptar el debate intelectual en aquellos casos en que esté absolutamente demostrado que la libertad de un individuo pone en serio riesgo la vida de otros. Pero aprovechar la muerte de un niño para hacer política en el convencimiento de que la mano dura proporciona votos es sencillamente repugnante. Dicho esto, el mal puro existe y puede que nos encontremos ante uno de sus rostros. ¡Para pena permanente renovable la de los padres de Gabriel!

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