La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Mayor Trapero

El policía que olvida su misión profesional y pone en el tiro de su rencor al periodista, se convierte en un elemento más del 'prúces'

Cuando la eficacia policial entra en competencia con la propaganda política existe el riesgo de confundir las churras del deber con las merinas del ventajismo electorero. Es un camino de recorrido abrupto, puesto que la ventaja del favor social en torno a los objetivos de seguridad y protección, se desvanece desprestigiada ante el burdo intento de sacar rédito político de la situación.

Nunca antes en España un jefe policial había caído en la tentación de usar su tribuna para marcar tendencia ideológica en beneficio de quien lo nombra y promueve al cargo. Lo unido que llegó a estar el General Galindo a aquel PSOE de los GAL y los fondos reservados, pero ni Felipe González ni José Luis Corcuera cayeron en la tentación de blindar su discutible papel político con el uniforme de la Guardia Civil. Caían los comandos etarras, pero el General Galindo no daba ruedas de prensa.

Que la intención de usar a Trapero fuera la de tecnificar el mensaje y no manipular políticamente la información pareciera de buena ley. La democracia exige a sus gobernantes máxima transparencia y lucidez, sin mentiras. Pero es que esa no era la única intención, tal y como nos ha demostrado el paso de los días y las informaciones que hemos ido conociendo. Denotar suficiencia policial en su soñada república catalana era el objetivo. Hacer propaganda de su misión secesionista, con los cadáveres de las víctimas aún calientes.

En el momento en que al Mayor de los Mossos lo pillan en claro renuncio por la gestión, visto ya que no era oro todo lo que molía, le surge la vena ideológica separatista y se va cayendo el prestigio que se creara con su exposición pública en ruedas de prensa no sólo informativas, sino también ideológicas. Explosión de Alcanar; bombas de butano almacenadas que sólo merecen un "no exagere, señoría" de respuesta a la jueza que advirtió la posible relación con la preparación de un atentado; negar que la CIA avisara de la posible comisión de un atentado en las Ramblas, etc. Rematado con aquel bueno, pues molt bé, pues adiós, con el que despidió a un periodista holandés que no entendía el catalán.

El policía que olvida su misión profesional y pone en el tiro de su rencor al periodista que publica la incómoda información que ellos mismos han corroborado como cierta, se convierte en un elemento más del prúces. Empieza así a mellar la medalla que con cierta urgencia y propagandística intención les otorgara el Parlament.

El Mayor de los Mossos debería ser más policía que político, siempre. Dejar que de la política se encargaran los políticos, aunque nos sea cansina su estampa. Y que nuestra seguridad no sea un vaivén permanente de unos contra los otros.

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