Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Mear contra el viento

Tanto Carlos V como José Mª Rodríguez-Acosta edificaron en la Alhambra para marcar territorio, para mostrar su poder

Hesíodo (poeta griego del siglo VII a.C.) recomienda: "No orines de pie vuelto hacia el sol, sino cuando se ponga, recuérdalo, y hacia oriente sin desnudarte; pues las noches son de los Bienaventurados; tampoco en el camino ni fuera de camino te orines sobre la marcha; muy sensato el hombre piadoso que lo hace agachado o que se arrima al muro de un corral bien cercado". Esto, mucho antes de que los etólogos descubrieran la costumbre que tienen los machos de ciertos mamíferos de marcar el territorio con su orina. Con ella le dicen a otros individuos de su grupo: "Este espacio es mío o esta hembra me pertenece". Pero el hombre no utiliza la orina para marcar territorio. Antes de que se inventasen los currículos, las ejecutorias, las condecoraciones, los gallardetes, el estatus y los muros el hombre solía usar diferentes maneras de marcar el territorio. Una muy habitual fue el construir una iglesia sobre una mezquita o una mezquita sobre una iglesia, después de arrebatarle una ciudad al enemigo. En cuanto ganabas una batalla, tirabas los templos de los dioses falsos y sobre ellos edificabas una basílica dedicada a los verdaderos. Los griegos, conciliadores, para evitar conflictos y no desatar la avaricia de los constructores de capillitas, dedicaron una estatua en Atenas al dios desconocido, a la que se podían encomendar todos los que llegaban a la ciudad desde lejanos países con ganas de rezar. Si expulsaron a San Pablo de Atenas, no fue por sermonear a los nativos y tratar de engancharlos al cuerpo místico de Cristo (la primera red virtual de la historia), sino por intentar convencerlos de la existencia de un solo dios verdadero, recurriendo a las ideas de algunos pensadores helenos. Ni Carlos V ni el pintor José María Rodríguez-Acosta utilizaron orina para marcar territorio. Carlos, en todo el esplendor de su imperio, se hizo construir un palacio en mitad de la Alhambra para pasar su luna de miel y el pintor, en el momento de más poderío económico de su familia, se hizo construir un carmen blanco, un pastiche infame, con una petulancia fiera, en todo lo alto, compitiendo con las torres rojas de la Alhambra. En Cataluña, ahora, hay una pugna a ver quién aleja más meando. Pero unos y otros mean contra el viento. El peligro: que el vendaval les obligue a tragarse su propia orina.

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