La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Mesas secuestradas

Señora Ruz, aguante con la tozudez de un perro de presa cuando esgriman el empleo como defensa de su atropello

Aunque aún no me he pasado por el súper para comprar las campanas, por si hay que echarlas al vuelo, si celebro con satisfacción, aunque con más cautela, la noticia (pura performance, puro expresión de arte urbano) de la detención preventiva de 23 mesas de dos bares de esos que se dedican a secuestrar nuestras calles y nuestra plazas con la desfachatez que proporciona la impunidad de estos últimos años.

Gracias señora Ruz, gracias por su intervención.

Gracias, más aún, a la plataforma ciudadana La calle es de todos por su lucha incansable y gracias también a otros partidos que han expresado, de una u otra manera, su rechazo a ese uso ilegítimo, degradante, incívico y destructivo de nuestros espacios públicos.

Gracias por intentar evitar que nuestra ciudad, esa de la que tanto presumimos todos, se acabe convirtiendo en una gigantesca taberna para beneficio de sus taberneros. Gracias porque casi se me saltan las lágrimas al ver a esos señores de Inagra llevándose las mesas como quien lleva a un reo o un paso de Semana Santa, en estos días tan de traslados y esas cosas.

Y ya que ha dado esos primeros pasos, siempre los más difíciles, siga usted señora Ruz y resista dura, como la armadura de un romano en verano, las mil y una argucias y argumentos que, aquellos que llevan años enriqueciéndose de forma ilegitima con lo que no es suyo, inevitablemente usaran para justificarse.

Aguante con la tozudez de un perro de presa cuando esgriman, casi los estoy ya viendo, el empleo como defensa de su atropello: ¡Se perderán millones de puestos de trabajo! -gritarán-. Como si no supiéramos lo que algunos de ellos entienden por empleo, las horas que echan sus trabajadores y las que se cotizan a la Seguridad Social en una actividad económica que sigue sin convenio -el sagrado empleo-. Usarán, como lo ha usado Donald Trump para justificar la eliminación de las políticas ambientalistas de Obama para volver a favorecer a sus amigos empresarios del carbón a costa de todos. ¡La contaminación genera empleo! ¡Las mesas dan trabajo!, repetirán con la misma cantinela, con la misma historia que no es otra que la que cuenta que unos pocos se hagan ricos con lo que es de todos. El planeta o las calles, la pureza del aire o las plazas, ¿qué más da? lo importante es el fraude sistemático y un machaque de mentira repetida hasta que alguien acabe por creérsela.

Pero, en esta ocasión, parece que no, parece que el grito unánime de La calle es de todos que no ha parado de sonar en los medios y que es ya el grito de una red inmensa de ciudades y de gentes que exigen respeto a sus ciudades, ha terminado por llegar más lejos que sus mentiras y ha conseguido que el Ayuntamiento, aún con cierta timidez, haya empezado por poner pie en pared y frenar o, al menos, intentarlo lo que era un abuso inadmisible. Ahora, solo esperamos más. Mucho más.

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