Momentos decisivos

Ha llegado de nuevo el momento de arriesgarse y convocar a la sociedad civil andaluza, que aguarda su momento

En los años finales del pasado siglo, la Junta de Andalucía tuvo el atrevimiento de organizar una plataforma de reflexión llamada Andalucía Nuevo Siglo. Casi 200 andaluces -pertenecientes a los campos más significativos para la vida económica, política, social y cultural de la región- fueron convocados y distribuidos en comisiones. Se elaboraron y difundieron ideas y propuestas, pero las expectativas, al cabo de unos meses, se desinflaron y sus recomendaciones incidieron poco en la política andaluza. Quizás porque se filtraron demasiados aspectos críticos hacia el Gobierno, y, aunque las comisiones habían estado muy tuteladas por el partido socialista, las medidas aconsejadas despertaron recelos e inquietudes. Como consecuencia, tales experimentos no han continuado. Quedó claro que para los políticos en el poder resultaba contradictorio patrocinar unas células de reflexión cuyos informes -aunque no obligasen a nada- incomodaban. Fue el último intento de tender puentes desde el Gobierno a la opinión de la calle, o cuando menos a esa parte de la calle, culta y formada, que suele llamarse sociedad civil. Escarmentados, los socialistas han preferido, desde entonces, cultivar un dirigismo de arriba abajo, sin plataformas ni voces disonantes. Pero este ensimismamiento ha provocado repliegue y pasividad. No hay voces críticas exteriores, pero las propias apenas hablan o proponen, aparte de gestionar lo cotidiano.

Lo cual es grave en momentos decisivos tanto para el partido socialista como para España. En una situación en la que la dirección de Ferraz está dispuesta a cualquier concesión para permanecer o alcanzar el poder, un contrapunto lúcido por parte de los socialistas andaluces es más necesario que nunca. ¿Pero pueden surgir, desde dentro, ideas e ilusiones para ese cometido? Todo parece reflejar agotamiento, más allá de producir alguna consigna llamativa. Por otra parte, la propia dependencia orgánica de los socialistas andaluces respecto a la ejecutiva federal, obliga a limitar sus iniciativas más globales. Por eso, quizás ha llegado de nuevo el momento de arriesgarse y convocar a esa sociedad civil andaluza, que aguarda su momento, dándose así un primer paso para movilizar una opinión pública demasiado silenciosa. Porque esta vez no se trataría, como en la redacción del último Estatuto, de competir para no ser menos que otros. Ahora la pugna abre otros frentes de iniciativas, en los que la ciudadanía andaluza podría aportar las propuestas más reflexionadas, avanzadas y solidarias.

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