Monigotes

Sin darnos cuenta, nos estamos deslizando hacia los extremos más peligrosos de la confrontación política

Maurizio Cattelan, como tantos otros artistas actuales, es un escultor italiano especializado en un arte que pretende escandalizar al público. En sus exposiciones se pueden ver figuras de caballos decapitados incrustadas en un muro, una ardilla disecada sentada en un pupitre escolar o dos hombres vestidos de negro y tendidos en una cama de matrimonio, quizá muertos, quizá dormidos. Hace años, en Sevilla, Cattelan exhibió la figura de un niño ahorcado que provocó una sonora polémica. En su obra abundan los ahorcados. También las figuras a punto de suicidarse tirándose desde las alturas o metiendo la cabeza en una bolsa de plástico. Cattalan tiene éxito. Se le considera vanguardista, transgresor, arriesgado. Su obra, desde luego, inquieta. Más aún, da miedo. Si es buena o no, no seré yo quien lo diga.

Hace unas semanas, en Pamplona, justo cuando se iniciaba el juicio contra los cinco integrantes de La Manada, aparecieron cinco monigotes colgando de un puente. Todos ahorcados. Junto a ellos había un cartel que pedía "Justizia", en euskera. Quien los colocó probablemente conocía la obra de Cattelan. Y también, por supuesto, conocía la costumbre de los narcos mexicanos de colgar a sus víctimas, a modo de escarmiento, en un puente sobre una autopista, para que los cadáveres queden expuestos a la vista de todo el mundo, igual que ocurría con los ajusticiados de la Edad Media a los que se dejaba en los cruces de caminos.

Ahora acaban de aparecer en un puente, en el interior de Cataluña, siete figuras de ahorcados con logos de los tres partidos constitucionalistas: C's, PSC y PP. Los monigotes también llevaban un mono blanco, como en Pamplona, y colgaban boca abajo. Indudablemente, quien los colgó conocía la performance de Pamplona. Y también, sin duda, compartía la misma ideología independentista. Pero lo peor de todo no es la amenaza en sí, con ser muy grave que se usen los métodos de intimidación pública de los narcos mexicanos. Lo más grave es la clase de condena que esta justicia alternativa pretende aplicar a quien se comporte de forma distinta, por muy abominables que sean los actos cometidos por La Manada. Sin darnos cuenta, nos estamos deslizando hacia los extremos más peligrosos de la confrontación política. Y encima, usando las técnicas más perversas del arte contemporáneo. Mal asunto.

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