palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Mora saca la correa

ACABO de ver el vídeo de Canal Sur y aún no doy crédito a las imágenes. Me habían anticipado el contenido pero preferí pensar que era una confusión, un error. Ocurrió ayer tarde. No hablo de un tiroteo en una guerra remota ni de un político sorprendido en el cobro de un soborno ni del castigo a latigazos contra una mujer en una plaza de una república integrista. Hablo de un periodista, de un periodista que no ejerce pero que, en teoría, representa a no sé cuántos informadores que lo han convertido en una especie de presidente eterno, en un conseguidor del poder. Antonio Mora, el jefe de la Asociación de la Prensa de Granada, preside la inauguración de un acto de hermandad (?) entre israelíes y palestinos. Cuando su acompañante (una mujer que se sienta a su derecha) se dispone a tomar la palabra, una chica con una bandera palestina se acerca a la mesa y la interrumpe con un grito. Mora, que está sentado en la mesa de cabecera, se pone en pie y mientras rodea la tarima en busca de la manifestante extrae con calma su cinturón, lo dobla, lo alza y cuando está a punto de descargar un latigazo sobre la mujer comprende que lo están filmando y amaga el golpe. Entonces se encara con ella y con otra chica que se ha unido a la primera. Y echa a ambas a empujones mientras trata de colocar el cinturón en su sitio. "Márchate, márchate!", le increpa.

Sumen; un supuesto periodista, una manifestante que muestra su contrariedad por un acto, la asociación de la prensa (el supuesto templo de la profesión), un macho armado con una correa, un representante de un oficio fundado en la libertad de expresión, una chica que grita. El resultado es perturbador. Es el último baldón que le faltaba a este oficio, el de periodista, que muchos elegimos para defender precisamente la justicia, el derecho a hablar, a interrumpir, a contradecir, el derecho al desacuerdo, al disenso, a la verdad, a la justicia. Una mancha grave, gravísima cometida por el presidente oficial de un sector de los periodistas oficiales de Granada. Si la imagen hubiera sido filmada en una república de talibanes nos habríamos sonrojado, avergonzado. Pero ¿qué cabe hacer aquí, qué reacción ante un comportamiento tan infame y degradante de uno de los nuestros?

Mora ha protagonizado una imagen inolvidable. Si la asociación la coloca en la portada de su anuario sería ejemplar. Hay machismo, hay violencia, hay desprecio, hay fundamentalismo de la peor especie, hay degeneración y bajeza. Yo no pido la dimisión de Mora porque no pertenezco por desconfianza congénita a la asociación. Y no sé si a Mora los suyos lo echarán o lo degradarán. Sin embargo, siento vergüenza, una profunda vergüenza de compartir, al menos nominalmente, su profesión.

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