Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

Mujeres, simplemente

Zapatero no debería presentar a sus ministras como fenómeno excepcional, como si fueran una 'troupe' que hace el más difícil todavía por 'primera vez', sino como signo de normalidad

POR la ventana veo caer la lluvia, en uno de estos días grises que alternan la primavera con otros radiantes, luminosos, que alegran la vida, como nos la alegran los árboles que ya verdean, pasados los esqueletos invernales, las flores que nos sorprenden en los jardines que desafían la incuria municipal y cívica y, sobre todo, la gente, que se mueve con otro ritmo cuando brilla el sol y persiste la sequía pertinaz, la que obliga a trasvases que se llaman de otro modo, la que nos asusta con su posible racionamiento.

Sí, comprendo, que un día como este, en vez de leer un libro o escuchar un viejo disco de vinilo, debería hablar del flamante Gobierno de Zapatero, que él mismo lo presenta como el de 'la primera vez': la primera vez que hay una ministra de defensa -embarazada, por cierto- al frente de las aguerridas tropas españolas, la de los descendientes de los Tercios de Flandes, las de los marinos de Trafalgar o la armada invencible; la primera vez que se nombra a la ministra más joven; la primera vez que hay un ministerio de Igualdad; la primera vez que hay más mujeres que hombres en el Gobierno; la primera vez…

Parece que más que como necesario reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres, en cuanto a capacidades de toda índole -de la que nadie duda a estas alturas, ni siquiera en España, ya que en el mundo hace la tira que tenemos presidentas de Gobierno, de Estado, reinas, ministras para todas las áreas, jefas en todas las administraciones y departamentos, alcaldesas y concejalas, excelsas mujeres en los organismos privados, en el periodismo, la literatura, las artes, las ciencias, la Justicia, etcétera, etcétera-, hubiera una expresa necesidad de decir que estamos batiendo 'récords', con lo cual se consigue un efecto contrario al pretendido, porque la mujer no necesita presentarla, cuando se la designa para algo, o lo consigue por su esfuerzo, como fenómeno excepcional.

No creo que les guste a ellas ese sentido de pasarela, desfilando, ante las tropas, o ante cualquier pasillo alfombrado de ministerios, direcciones generales, diputaciones o ayuntamientos bajo 'tararines' y trompetería de "¡señoras y señores, he aquí un caso único, ejemplar, la vez primera que lo hace una mujer! ¡Una ministra de defensa embarazada que manda poner firme a la tropa! ¡Lo nunca visto! ¡Somos los primeros en presentar el prodigio!".

Nos hemos olvidado de Isabel de Castilla o de Juana de Arco, comandando ejércitos, de Agustina de Aragón y hasta de Condoleeza Rice, o de que en el mismo ejército español desfilan bizarras, como sus compañeros, mujeres soldados. En muchos ejércitos alcanzan las mujeres rangos superiores y, en otro orden de cosas, son hasta guerrilleras en distintas partes del mundo o terroristas.

Quiero decir que la mujer puede hacer todo que pueda hacer un hombre -muchas veces mejor- y un hombre no puede hacer todo lo que pueda hacer una mujer, por ejemplo, parir un hijo, aunque su contribución sea decisiva -no imprescindible, con las nuevas tecnologías- y hasta placentera. Por eso creo que el eternamente sonriente presidente Zapatero se equivoca al presentar a su ministerio femenino como quien muestra en un circo una 'troupe' que hace, por vez primera, el más difícil todavía. No es justo y suena a otra forma de machismo paternalista, lo que debería ser sólo un signo de absoluta normalidad que ni siquiera debería sorprender al histriónico Berlusconi.

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