Paso de cebra

José Carlos Rosales

josecarlosescribano@hotmail.com

Muros

Hay muros de cemento e ideológicos, muros que no nos dejarán salir y muros que nos impedirán entrar

Aumenta el número de muros y disminuyen los trenes o los pasos de cebra. Sube la bravuconería de unos o de otros mientras la sensatez y la solidaridad tropiezan con las piedras que dejan tras de sí los afanes de lucro, la verdad manipulada, la mentira en conserva. Aumentan los muros y con ellos aumenta el aislamiento de los débiles. Los muros tapan el paisaje. Todos los muros borran la realidad, la que no queremos ver o aquella que no quieren que veamos. Por eso cada día hay más clases de muros, muros de cemento y muros ideológicos, muros que no nos dejarán salir y muros que nos impedirán entrar, muros salariales y muros alimenticios, ya se sabe, hay una creciente fisura salarial como hay una insoportable brecha alimentaria. Los muros son así, separan, aíslan, siembran miseria y lejanía. Pero no todos los muros disfrutan de la misma existencia; unos nacen sin prestigio, ni siquiera sabemos que existen, y otros logran ser distinguidos como Patrimonio de la Humanidad (por ejemplo, la Gran Muralla China); o acaban troceados y empaquetados en las tiendas de Berlín para deleite de turistas superficiales. Todos los muros suponen una dosis de miedo, intransigencia, altanería.

Ahora que dentro de pocas semanas vivirá en la Casa Blanca de Washington un individuo completamente desalmado (es decir, alguien cruel, inhumano o falto de espíritu, según leemos en el diccionario de la RAE), se comentan con inquietud creciente algunas de las felonías que se propone perpetrar este individuo, como ese muro físico que separará aún más a México de los Estados Unidos, un muro que se ha convertido en uno de los buques insignia de ese populismo infeccioso que crece por doquier. Pero en Europa ya conocíamos algo así; en Hungría, por ejemplo, ya existe una estúpida alambrada fronteriza con Serbia de más de 175 kilómetros. Y en América (del norte, del centro y del sur) ocurre algo parecido, sólo que no se comenta, allí el único malo es Estados Unidos. Pero la frontera entre México y Guatemala probablemente sea la más dura de todo el continente americano. O pensemos también en la de Nicaragua con Costa Rica, cerrada a cal y canto por la insólita satrapía autoritaria del nicaragüense Daniel Ortega, otro desalmado que se pasea por su país como si fuera su hacienda o su cortijo.

En fin, aumenta el número de muros porque aumenta el número de demagogos, cada uno con el altavoz de su patraña y una larga retahíla de forofos sin freno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios