La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Netta Barzilai y Occidente

Israel es más bien una anomalía de un sistema mundial que exige ajustes y reequilibrios cada día más sangrientos

Con el doble objetivo de celebrar el traslado de la capital a Jerusalén y la victoria en Eurovisión de la cantante Netta Barzilai, antigua militante de una organización juvenil sionista, el gobierno del Estado de Israel preparó hace unas semanas un espectáculo de fuegos, no precisamente artificiales, que ha costado más de sesenta muertos palestinos entre los que se encuentran un número considerable de niños, incluida Leila, una bebe de ocho meses que murió gaseada, ¿suena mal la palabra, verdad?

Estos fuegos tan reales con los que el Estado de Israel demuestra una y otra vez el respeto que siente por la vida humana, han eclipsado un tanto la victoria de la singular cantante que supone un paso más en el esfuerzo israelí por aparecer ante Europa como un Estado occidental y democrático; un Estado normal, alejado de la barbarie que caracteriza al resto de Oriente Medio. Y parece que lo han conseguido, Israel es, sin duda, un trozo de Occidente en el corazón de Oriente Medio, aunque también es verdad que a Oriente Medio le ha tocado un trozo muy peculiar de Occidente, probablemente el resultado de la más larga tradición de odio, sectarismo, intolerancia, racismo y violencia que haya podido acumular Occidente a lo largo de toda su existencia y que no es poca.

Esa mixtura de horror, segregada y destilada a través de decenas de holocaustos, como serpentines malditos de la historia, es la materia prima de la sangrienta personalidad de un Estado vil encargado de llevar la civilización occidental a Oriente Medio en forma de un Golem destructivo desde su fundación hace ya setenta años.

Israel es posible que sea el reflujo amargo y ácido de Occidente, pero tampoco es un Estado normal aunque gane Eurovisión, es más bien una anomalía de un sistema mundial que exige ajustes y reequilibrios cada día más sangrientos y que dejó hace tiempo de ser un problema local para convertirse en un problema global que amenaza con engullir al planeta entero. Ya no es el horror de Chabra y Chatila, la destrucción de Líbano, el envenenamiento de Arafat, los bombardeos de Gaza o el muro de odio y de vergüenza que ahoga a Palestina. Ahora detrás de Israel están el fracaso de la primavera egipcia, el sangriento conflicto de Siria, el terrorismo islámico en occidente o el nuevo conflicto nuclear con Irán. Detrás de tantos males siempre está ese país que persevera en el dolor con el ahínco que solo perseveran los malos y los tontos.

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