ANTES de que el silente Rajoy agote las existencias de champán y termine de distribuir los últimos jirones del oso aún no cazado quizás le conviniera echar el balón de sus sueños al suelo y pararse a considerar.

A considerar, por ejemplo, que faltan veintidós meses para las elecciones generales, que los niveles de impopularidad de Zapatero sólo son comparables a los suyos propios y que ni los votantes del PP creen que él sea el mejor candidato posible para alcanzar la victoria. A considerar, sobre todo, que las medidas de ajuste al fin tomadas pueden empezar a dar resultados y que no conviene despreciar la capacidad de reacción, acreditada, del Partido Socialista.

Es a esto último a lo que voy. Este modesto comentarista de provincias cree conocer que de un tiempo a esta parte se viene cocinando discretamente una operación política de altos vuelos: la sustitución de José Luis Rodríguez Zapatero por Alfredo Pérez Rubalcaba como cabeza de cartel del PSOE y candidato a presidir el Gobierno. En ello andan los personajes más influyentes de la ejecutiva federal socialista, que ya estiman haber conseguido lo más difícil: convencer a Zapatero de que dé un paso atrás y que sea él mismo quien apadrine la maniobra presentándola como un último servicio al partido, en la consciencia de que su nombre va asociado al fracaso de esta legislatura y de que si se obstina en aspirar a un tercer mandato casi garantizará un completo desastre electoral. Sería la única forma, por otra parte, de evitar la fractura interna del socialismo: un cambio desde dentro, sin rupturas ni traumas.

Más difícil está siendo la otra parte de la operación, que consiste en persuadir a Rubalcaba de que acepte el encargo. Por mucho que él se empeñe en que su ambición ya se colmó y que su única vocación actual estriba en una retirada airosa, sabe también que reúne condiciones que ningún otro socialista es capaz de presentar en esta hora: buena valoración ciudadana en todas las encuestas, gestión estimable en terrorismo, seguridad y tráfico, vitola de solvencia y seriedad, aversión al aventurerismo y los juegos malabares ideológicos -no como otros, je, je- y aceptación por todos los sectores del PSOE, de ayer y de hoy. No se me ocurre otro hueso más duro de roer en una contienda electoral con el PP.

No digo yo que la sola invocación de su nombre cambie el rumbo de una legislatura que Zapatero ha tirado por la borda. Milagros no existen en política, y al fin y al cabo Rubalcaba es ministro a las órdenes de quien la está tirando. Tiene más bien carácter de clavo ardiendo. De única posibilidad de triunfo electoral socialista... si los dos años desperdiciados por la crisis no fueran irreversibles.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios