Señales de humo

José Ignacio Lapido

Optimismo

HACE poco, científicos norteamericanos lograron fotografiar, por así decirlo, el mecanismo cerebral que genera el optimismo. Comprobaron, mediante resonancia magnética, que cuando los individuos imaginan los éxitos que les depara su carrera profesional aumenta la actividad en la amígdala y en la corteza cingulada del cerebro.

Supongo que los investigadores contarían, a modo de ratones de laboratorio, con voluntarios cuya predisposición a que sucedan acontecimientos positivos estuviese acreditada. Por ejemplo, yo no serviría como cobaya para tal fin. Mis ondas cerebrales optimistas apenas podrían ser captadas por ningún ingenio humano, por más precisión que éste pudiera tener. Si no fuera porque sé que las mediciones se hicieron en Nueva York habría jurado que el sujeto empleado en el experimento fue José Luis Rodríguez Zapatero.

Una buena muestra de su ánimo incombustible nos la brindó el presidente el domingo, al declarar que "nunca han estado los estudiantes españoles mejor formados que ahora". Convendrán conmigo que esto, dicho tras los paupérrimos resultados de nuestro sistema educativo en el informe PISA, es como para fundir los plomos de cualquier aparato medidor del optimismo. Dijo también Zapatero otra cosa con la que estoy totalmente de acuerdo: "No habrá más leyes educativas porque no las necesitamos". Cierto. Con las sucesivas reformas y contrarreformas habidas, lo último que necesita el país son imaginativas soluciones educacionales a la manera de la eximia ministra Trujillo. Después de eliminar el cero de las calificaciones y de establecer la posibilidad de pasar de curso con cuatro asignaturas suspensas, lo próximo sería el aprobado general por decreto. Para no causar traumas infantiles, se entiende.

Que la educación es manifiestamente mejorable es algo que no ignora nadie excepto nuestros responsables políticos. Pero no carguemos las tintas con la administración central. En Andalucía tenemos una responsable en la materia, Cándida Martínez, que a propósito del nefasto informe declaró que Andalucía no era la última en el escalafón sino la décima. De diez. El optimismo, además de poder ser calibrado en el laboratorio, es sumamente contagioso.

El caso es que a la consejera, no sabemos si como premio o como castigo por habernos llevado a las más altas cimas de la miseria educativa, le han ofrecido ocupar el primer puesto en la candidatura del PSOE por Granada al Congreso.

A mí, que participo de la misma incapacidad de comprensión lectora que los niños andaluces, me costó trabajo entenderlo. Tuve que releerlo varias veces para hacerme idea de lo que aquello significaba. Los caminos de la meritocracia son insondables.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios