Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Orgullosamente equidistantes

Falsear la historia es estafar el futuro a los que nos sucederán. Ser antifascista no te hace demócrata

Supongo que alentados por el fervor que les provoca el centenario de la Revolución Rusa, han sido muchos los que, desde la izquierda, han celebrado la liberación de Auschwitz por parte del Ejército Rojo como un triunfo de las libertades. Nadie duda de que la llegada de las divisiones soviéticas pusiera fin al sufrimiento de miles de personas -judíos, gitanos, homosexuales, opositores políticos de todo signo y religiosos de diversa confesión- pero la historia es meridianamente clara. Acabó el terror nazi y, sin solución de continuidad, se inició el de la opresión comunista. Antes de que Hitler alcanzara el poder ya había creado Stalin el Gulag, la Dirección General de Campos de Trabajo Correccional y Colonias, la rama del NKVD -antecedente de la temida KGB- que dirigía la represión en la Rusia Soviética. Y en aquellos campos terribles también se internaba a homosexuales, miembros de minorías, opositores políticos, religiosos y demás escoria burguesa, en manida frase del más puro estalinismo.

Falsear la historia es estafar el futuro a los que nos sucederán. La URSS no liberó a nadie, si lo hizo momentáneamente fue para volver a sojuzgar a todo el Este de Europa. Al fin y al cabo, Hitler y Stalin fueron aliados. Sus ministros de Exteriores, von Ribbentrop y Molotov, firmaron un pacto de no agresión por el que, entre otras cosas, acordaron repartirse Polonia. Lo que hicieron a finales del 39 y formalizaron en el desfile nazi-soviético de Brest-Litovsk, interesadamente olvidado por la izquierda.

Ni ser antifascista te hace demócrata, ni ser anticomunista tampoco. Las ideas no pueden nacer de la mera oposición a otras. Han de surgir de una visión positiva del mundo que busque el progreso de todos y trabaje para que la libertad y la dignidad lleguen hasta el último rincón de la Tierra. Quienes defendemos la democracia liberal debemos ser equidistantes ante los radicalismos, pues nuestro lugar está tan lejos del odio a la libertad de los fascistas como del que profesan los comunistas. Y ante las dictaduras, sean del signo que sean, no hay más opción que la de oponerse. Pues la libertad, como dijo don Quijote a Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; por la libertad, como por la honra se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. ¿Y hay mayor cautiverio que una dictadura?

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