La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pablo Iglesias, máscaras fuera

Ha visto en el conflicto catalán la ocasión para desestabilizar a la democracia española: dos repúblicas por el precio de una

Ya teníamos numerosas muestras de la amplia volubilidad del pensamiento de Pablo Iglesias y del oportunismo de la estrategia de Podemos. Todo, hasta aliarse con la burguesía más reaccionaria, lo justifican en aras del acceso a los cielos (al poder, quiero decir). El conflicto de Cataluña le ha dado la ocasión de quitarse definitivamente las máscaras sucesivamente adoptadas y mostrar su rostro auténtico: un narcisista ambicioso con ínfulas intelectuales.

Después de unos meses de rechazo al referéndum independentista por unilateral y sin garantías, en cuanto el Estado democrático ha reaccionado, ley en mano, contra la secesión, Iglesias se ha pasado al bando insurrecto contra la Constitución y organizado una campaña en toda España -con un éxito indescriptible- a favor de la intentona golpista más grave que ha sufrido el país. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, amiga o jefa, le ha enseñado el camino: tras navegar entre dos aguas hasta asegurarse de que no la imputen por su participación en la sedición catalana -y poder ser candidata a la Generalitat en el futuro inmediato-, ha decidido que, de pronto, el 1-O no es ya una movilización ciudadana, sino un referéndum con todos sus avíos... y sus consecuencias: la proclamación de la República de Cataluña.

Volviendo a Pablo, no sé si es más grave su diagnóstico de la situación o su recetario para resolverla. El diagnóstico es primario, tosco y más falso que Judas: el Gobierno ha impuesto un estado de excepción en Cataluña y es triste que en España haya presos políticos. Vamos a ver, profesor de Ciencias Políticas. ¿Un estado de excepción en el que las instituciones de la autonomía catalana siguen en pie, hay partidos políticos y sindicatos, existe libertad de expresión, reunión y manifestación y no se persigue a nadie por lo que piensa? Si hubiera estado de excepción, no se podría ni decir que hay estado de excepción, como recordamos los que éramos jovencitos durante el franquismo.

En cuanto a las medidas para combatir ese estado de excepción inventado, ya saben de qué van. Por un lado, exigir que se celebre el referéndum que liquida la Constitución de 1978, y por otro, organizar una asamblea de cargos públicos de toda España como contrapoder al legítimo del Congreso y el Gobierno. Todos unidos para echar al PP tóxico de la Moncloa. Pero no es así como se derroca a los gobernantes en España. Él lo organiza y si cuela, cuela. Dos repúblicas, la española y la catalana, por el precio de una. ¡Qué demócrata!

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