La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pablo, aguacil alguacilado

Pablo Iglesias es víctima de la superioridad moral que él mismo se confirió: azote de la casta con actitudes de casta

Que dos personas jóvenes decididas a compartir vida y trabajo y procrear se compren una vivienda lo más confortable posible como hogar familiar, pagándola con un dinero legítimamente ganado y una hipoteca a treinta años no debería ser noticia ni, menos, motivo de escándalo ni rasgamiento de vestiduras. Es estúpida la idea de que para ser de izquierdas hay que vivir en la miseria.

Todo es normal. Lo que hace o haría si pudiera cualquier pareja que se quiera con vocación de continuidad. Es perfectamente secundario que la vivienda escogida sea un chalé de lujo en una zona privilegiada de Galapagar, que los enamorados se hayan entrampado con el banco bastante más de lo que aconseja la prudencia (1.600 euros de mensualidad de la hipoteca con 4.000 euros de ingresos familiares) y que hayan dado por supuesto que dispondrán de esos ingresos mientras dure la deuda hipotecaria (¡treinta años de diputados!).

Lo que convierte en noticia de impacto y reviste de anormalidad la compra de la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero es lo que Pablo Iglesias e Irene Montero han dicho y hecho en el pasado reciente. Si algo distingue su llegada a la política es la denuncia de las élites a las que quieren sustituir. Vinieron para acabar con la casta, y a la primera ocasión se comportan como la casta. El chalé en la sierra, como el yate o la isla privada, es el icono de la distinción burguesa en una sociedad horterizada.

Fueron Irene y Pablo los que presumieron de austeridad espartana como guías de la revolución indignada frente al despilfarro corrupto de la clase política de la Transición, y son Irene y Pablo los que libre y voluntariamente se van a vivir a un chalé de piedra de 260 metros construidos en un parcela de más de 2.000 metros cuadrados, con piscina, huerto y jardín. Están en todo su derecho, pero deberían disculparse con Luis de Guindos, al que crucificaron por comprarse un ático por 600.000 euros. Ironías de la mini Historia: 600.000 le cuesta el chalé al dúo de la revolución podemita.

Iglesias preguntó con sarcasmo hace doce años si confiaríamos la política económica del país a alguien que se gasta 600.000 euros en un ático de lujo. Ya le contesto: confiaría la gestión de mi pais a alguien honrado, eficaz gestor y demócrata sin adjetivos ni recovecos, y me daría igual que tuviera áticos o chalés que haya adquirido con el dinero legítimamente percibido.

Pablo encarna a un personaje de Quevedo: el alguacil alguacilado.

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