Un mundo feliz

Federico Vaz

Parques temáticos

HACE algo más de un año un soplo desde la Policía Local de Granada nos citaba en el Cerro de San Miguel para asistir a un show escenificado para las cámaras, el supuesto desalojo de las cuevas: casi cien policías -municipales y nacionales en inédito buen rollito- se recortaban imponentes contra el extraordinario amanecer del Sacromonte. Después, las montañas parían un ratón y todo aquel caro despliegue acababa en un par de cuevas tapiadas.

Uno no tiene en especial estima a la tribu perroflauta que okupa dichas cuevas y preferiría tan valioso paisaje preservado de toda intrusión. Por eso me sonrojé incrédulo cuando se convirtió en notición la simple cuestión procedimental que planteó el TSJA al forzar a que los desalojos se comunicasen uno a uno y no en masa. El diario Público mandó a un pipiolo desde Sevilla a fabricar un reportaje sobre la supuesta destrucción por parte municipal y con fines especulativos de la forma de vida tradicional de los gitanos del Sacromonte. El reportero para ello había encontrado al único gitano -que tal vez sólo pasaba por allí- de todo el Cerro como testimonio de su demagógico montaje.

Cómo se va a urbanizar aquello, decía yo. Es suelo rústico de especial protección. Pero los okupas que se manifestaban entonces en la Plaza del Carmen tenían razón. La ambición aguardaba el momento. El gobierno Torres Hurtado reforma el PGOU y declara urbanizable el terreno. De momento, 25 chalecitos y un hotel, y pretende la 'concejala de Tropelías Urbanísticas' que eso no es el fin de la veda. Aclara Nieto que la idea de transformar en hotel el viejo reformatorio de San Miguel es de la Junta. Compruebo que no miente: fue la Consejería de Turismo la que lo planteó dentro de un proyecto global de excelencia turística -otro concepto con el que la idiocia oficial nos convence de que la destrucción y la rapiña son por nuestro bien- para el Sacromonte. Más buen rollito entre administraciones, cómplices en convertir los paisajes urbanos en los que existe una relación ancestral entre hombre y medio en espacios domesticados al servicio del turismo o el residencialismo de calidad -o sea, pijo-. Lo denunciaron hace poco los vecinos del Albaicín. Se les quiere convertir en un parque temático destruyendo su entramado urbano para que lleguen los autobuses de turistas, peatonalizando para que las terrazas ocupen las plazas públicas. Y si caen al menos diez millones del Urban este año sembraremos Albaicín y Sacromonte de apartamentitos de lo más cuco.

Con estos manejos siempre saldrán ganando los mismos Alibabás… Y qué quieren que les diga: que antes que a todos esos listillos de cuello duro prefiero a toda la tribu de malabares, piesnegros, perroflautas, punkicostras y escupefuegos disfrutando del espléndido amanecer desde el cerro de San Miguel. Me caen mejor.

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