Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Paz, paciencia y memoria

Siempre he recelado de los motivos que animan a aquellos que piden guerra o la aplicación de las leyes más extremas

Es posible que hasta el propio Montaigne (1533-1592), de vivir ahora, fuera acusado de tibio o de templado; de equidistancia, pecado capital en la España presente. En tiempos de militancia, no incurrir en equidistancia, vociferan muchos. También lo fue para el apóstol san Juan que nos dice en Apocalipsis (3:15-16): "Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres ni frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca". Por seguir aportando ejemplos que respalden mis reflexiones sobre la equidistancia, recomiendo la lectura de la novela Patria, del último Premio Nacional de Narrativa Fernando Aramburu, en ella queda claro lo difícil que les ha resultado a los vascos equidistantes, convivir, en las últimas décadas, con sus vecinos en los pueblos de Euskadi. Pero vuelvo a Montaigne, con el que comencé esta columna: he disfrutado repasando unos de los capítulos de sus Ensayos, el que dedica a la moderación: "Gusto de las naturalezas templadas, medias y equilibradas; la falta de moderación", escribe este pensador, "si no me ofende, hasta cuando va encaminada al bien mismo, me extraña al menos, me pone en duro aprieto para calificarla". No hago un spoiler del capítulo citado (el XXX) por no mostrar cómo el moderado Montaigne, hace una crítica del sexo loco dentro del matrimonio que hoy resultaría poco moderada. Pero sí subrayo su llamamiento a la templanza en un momento, como el presente, en el que facciones enfrentadas reclaman gresca, leña, condenas. Es el mismo llamamiento que, sin mucha esperanza, hago desde aquí. Siempre he recelado de los motivos que animan a todos aquellos que piden, feroces, guerra o la aplicación de las leyes más extremas para resolver problemas enquistados que se han dejado crecer, a posta, hasta el paroxismo. Los que no sufrimos el dolor del asesinato de un familiar en la Guerra Civil, los que no hemos padecido directamente el terrorismo, los que nos contentamos con una patria y una bandera no mayores que nuestra mejor maceta de geranios, pedimos paz, paciencia y memoria. Somos muchos, pero no gritamos a las puertas de los juzgados ni nos arremolinaríamos en torno a una hoguera par ver arder a una bruja ni haríamos calceta mientras se ahorca a un reo. Servimos de airbag.

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