Pedro Vaquero sabía latín. Lo estudió en el bachillerato y lo perfeccionó en centros de la Compañía de Jesús en Valladolid, Salamanca, Comillas, Madrid y otras ciudades españolas antes de arribar a Granada en la primera mitad de los 70 del "olvidado" siglo XX. Para entonces ya había renunciado a los votos de pobreza, castidad y obediencia, ya se había perdido para la causa divina y entregado a otra causa, la humana. Pedro ingresó en el Partido Comunista y en Comisiones Obreras y fue mucho de lo que se puede ser en política: secretario provincial del sindicato y diputado nacional y autonómico. Más bajo que alto, macizo, dotado de un saludable aspecto rural antes de que lo descarnara el cáncer, lucía un acento varonil, una gestualidad pausada y una cordialidad que no le impidió defender con radicalidad sus ideas. Era un ser combativo que ya a finales de los 90 vislumbraba los peligros futuros, los triunfos y abusos del capitalismo financiero. Fiel a Julio Anguita cuando el Partido Comunista pasó por sus peores momentos y el número de afiliados en Granada rondaba los 1.800, mantenía con clarividencia que un PC marginal acarrearía la derechización del PSOE y la conversión de la política española en una mala imitación de la estadounidense. Pese a ello, trató de tender puentes de unión al Partido Socialista.
Muy culto, aficionado a la poesía, la novela y el cine, licenciado en Derecho y en Filosofía Pura, experto en psicología evolutiva, programación de ordenadores y doctrina marxista, puso todo su conocimiento y capacidad de trabajo, que era mucha, al servicio de aquellos que, como él, apostaban por "un proyecto de transformación social rojo, verde o violeta". Y lo hizo sin granjearse apenas enemistades personales merced a la bonhomía y el autocontrol que siempre llevó a gala. Así que, cuando lo asedió la enfermedad, continuó la batalla viviendo "en paz con los hombres"… y en guerra con sus entrañas y con el neoliberalismo. Aunque perdió fuelle, dio lo que pudo y escribió artículos hasta el final, el penúltimo en el mes de noviembre, en el que tomaba partido por Pablo Iglesias frente a Íñigo Errejón en la batalla desatada en Podemos. Su desaparición supone una pérdida considerable para una alianza (la establecida con Izquierda Unida) necesitada de experiencia y liderada por una generación que maneja muy bien el inglés, pero en la que pocos saben el latín, los latines, reales y figurados, que Pedro Vaquero dominó a lo largo de su vida.
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