Coinciden estos días tres noticias que demuestran que en cuestiones de igualdad, de combate al machismo imperante y de respeto por la diferencia, a pesar de los años de lucha, aún queda mucho más camino por recorrer del que hemos cubierto. Aun así hay todavía quien sostiene -generalmente los mismos que utilizan expresiones tan odiosas y absurdas como 'feminazi'- que en lo tocante a los derechos de las mujeres ya está todo hecho, que "qué más quieren". Un poco de respeto como personas, para empezar, digamos que no estaría mal. El que no mostró ese hombre de las cavernas que entonces detentaba (y utilizo el verbo 'detentar', conociendo su significado, el de "ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público", como demostró el día de marras) el cargo de vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla por una diputada autonómica. ¿Se habría atrevido este individuo a bromear con la sexualidad de un diputado varón, por muchas copas que llevara encima? Todos sabemos que no, y eso indica que su actuación procede sin lugar a dudas de un pensamiento machista más que arraigado. Así es como actúan muchos hombres que niegan ser machistas mientras se comportan como machitos que creen que el acoso forma parte de su derecho al cortejo.

Luego hay otros, como el eurodiputado polaco que se ha hecho célebre de un día para otro, que se atreven incluso, en pleno S. XXI y en un parlamento, a teorizar y a declarar la superioridad física e intelectual del hombre sobre la mujer, e infiriendo de ello que deban ganar menos por el mismo trabajo, demostrando con su arcaico discurso que al menos él, como hombre, se encuentre moral e intelectualmente muy por debajo de la más analfabeta de las mujeres. Servidor, que desde aquí siempre se ha pronunciado en contra de poner límites a la libertad de expresión, defiende aquí su derecho a mantener semejantes barbaridades, que debe ser tan respetado como el mío o el de usted a considerarlo un energúmeno. Por eso mismo, y porque no creo en los llamados 'delitos de odio' (el odio es un sentimiento y nada hay más libre y genuino que un sentimiento, que se experimenta a pesar incluso de la voluntad del sujeto, y solo se combate con educación, espíritu crítico e información fidedigna), creo que no debería aplicarse el código penal a los ultras de Hazte Oír. Es cierto que su visión de la sexualidad y de la libertad individual es excluyente y totalitaria, además de trasnochada, pero, como ha pedido la oposición, bastaría con retirarles la consideración de 'organización de utilidad pública', y que dejaran así de recibir fondos públicos. Contra el pensamiento único que algunos quieren imponer a los demás, libertad y educación, nunca censura.

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