EL pesimista se rebela contra el mal; el optimista sabe extrañarse del mal", escribió Chesterton. Vivimos días de extrañamiento tras el crimen político más trascendental desde el de John F. Kennedy, el de Benazir Bhutto, un asesinato como el del archiduque Francisco Fernando en el Sarajevo de 1914, capaz de desatar el infierno en la Tierra. Es cierto, el tema sigue en las portadas y abriendo telediarios, pero los comentarios transpiran rutina, se habla con indiferencia forzada y medrosa del clima de guerra civil en el país más peligroso del planeta, de la puntilla final a cualquier proyecto democrático en la zona, de una furia desatada que arrastrará lo que encuentre a su paso. Hay reparo a sonar apocalíptico con el Apocalipsis a las puertas. "La vida es lo que sucede mientras tú haces otros planes", decía Lennon, y así las cosas casi todos prefieren seguir con sus planes.

Dicen que algo hay en la naturaleza humana que la lleva al pesimismo y hace atractiva la posibilidad de catástrofes futuras... Eso es pose; a la hora de la verdad nos agarramos al clavo ardiendo de la esperanza. Evitamos pensar en el peor de los escenarios posibles. Y hoy tenemos el peor de los peores: las armas atómicas controladas desde las madrassas, el Estado fallido, el caos gestionado por los fanáticos. Nos negamos a mirar a ese horizonte. Es la leyenda del Sileno que refiere Plutarco: "Una vida vivida en el desconocimiento de los propios males es la menos penosa. Es imposible para los hombres que les suceda la mejor de las cosas". Pero Plutarco llega a la más fúnebre de las conclusiones: "Por esto es lo mejor, para todos los hombres y mujeres, no nacer; y una vez nacidos, morir tan rápido como se pueda"ý Y eso que Plutarco no nació en Pakistán.

Otra forma de huir del pesimismo es obstinarse en soluciones ya fracasadas: la mezcla de sentimentalismo, resentimiento y belicismo que mueve la política estadounidense en el mundo o las turbias componendas de Musharraf. La ira de los seguidores de Benazir no ha arrasado con las mezquitas y universidades coránicas origen de todo el horror, sino que se ha dirigido al dictador y los suyos. Aún creen que si se va el tirano hay esperanza; lo creyeron los iraníes cuando echaban al Sha. Thomas Malthus planteó una teoría que fue durante dos siglos modelo del pesimismo: la población crece geométricamente mientras los alimentos lo hacen aritméticamente; esa diferencia provocaría hambrunas, guerras y catástrofes. Dos siglos después se producen más alimentos en el mundo de los que la población necesita, su reparto es el problema. Pakistán tiene 180 millones de habitantes no demasiado mal alimentados, es la furia la que crece más aún que la población y tras lo sucedido el 27 de diciembre en Rawalpindi lo hace tan exponencialmente como el pesimismo de los bien informados.

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