Si no fuera porque los líderes del centro y la derecha son dos señores muy sosos, este desencuentro teatral con el que pretenden amenizarnos el carnaval, tendría letra de una de aquellas peleas en broma con las que Juanito Valderrama y Dolores Abril deleitaban a los españoles del tardofranquismo, el Un, Dos, Tres y la tele en blanco y negro. Aunque son tan tristones que parecen Pimpinela. Ni a PP ni a Ciudadanos les interesa en exceso esta sarta de desplantes teatralizados y sobreactuados o este ridículo ir y venir de declaraciones extemporáneas que sólo generan en el votante de centro derecha una absoluta incertidumbre que tiene por extremos, taparse la nariz y votar al PP o hacerlo a Ciudadanos y encomendarse a la Virgen.
Salvo que las próximas elecciones se salden con una mayúscula sorpresa, ni al PP le va a ocurrir lo que aconteció a UCD, ni el PSOE desaparecerá del mapa político español. Del mismo modo, Ciudadanos y Podemos llegaron para quedarse. Pero ninguno de los cuatro partidos va a poder gobernar sin alcanzar acuerdos. Por eso, resulta tan ridículo que, más allá de las lógicas diferencias ideológicas y de las que marquen la táctica electoral y la estrategia política, dos partidos que parecen aliados naturales se dediquen a tirarse los trastos a la cabeza dejando patidifusos a muchos de sus votantes, compartidos según cuál sea la convocatoria electoral, el estado de ánimo y las últimas noticias judiciales. Los líderes de Ciudadanos saben que podrían pactar con PP o con PSOE, lo que les refuerza en unas posibles negociaciones futuras pero les debilita ante sus posibles votantes en el momento crítico de depositar la papeleta en la urna y preguntarse a quien va a apoyar indirectamente. Más, cuando es de sobra conocido el origen político e ideológico de muchos líderes territoriales de Ciudadanos que se hicieron liberales por la gracia de Albert Rivera tras levantar el puño y la rosa durante decenios.
Esa indefinición será fortaleza o debilidad según el lugar de voto, la convocatoria y los candidatos. Le guste o no a sus seguidores, arrebatados fans y conspicuos palmeros, el señor Rivera es un enigma político de currículum mínimo y despejado y la señora Arrimadas no puede encabezar todas las candidaturas autonómicas y municipales. Por eso, a ambos les interesa que el tiempo pase. Distinto será que a Rivera le pierda la impaciencia y a Rajoy le superen los acontecimientos.
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