La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Pina y Pozzo

El Granada CF era su escaparate para comprar barato y vender caro, sisándole en el camino al dueño de la mercancía

Quien más goles metía en el Granada CF no estaba con camiseta en el terreno de juego, sino con corbata en el despacho de la presidencia. Si en el campo lo redondo era un balón, en los despachos lo era su negociete.

Quique Pina había llegado desde Murcia buscando el instrumento con el que poder hacer sus pinitos. Y lo encontró, primero en la ambición de un Marsá al que vendió el piso y la plaza para pisar y aparcar en la Segunda B; después en la necesidad deportiva de una Granada futbolera que languidecía inerte por ese pequeño cementerio deportivo que es la categoría de bronce del fútbol español.

Con cada triunfo del Granada, Pina y Pozzo sumaban euros a la caja propia. La particular. La que el murciano engordaba junto al italiano, su mujer, su padre y su hermana de testigos. Y algún testaferro más al servicio. Lo mejor del fútbol para ellos no era tanto disfrutar del juego como recontar el dinero.

A Granada le venía bien que la Primera División fuera la categoría de nuestra ciudad, tantos años después de ostracismo futbolístico. Pero a quien le venía mejor era a Pina y Pozzo. La afición no reparaba en cuentas. Los goles y las victorias eran el visto bueno a los números de dudoso enredo. Sospechar del clan italo-murciano, de su granadinismo impostado, era poner en duda la calidad granadinista de quien se atreviera. Su fineza estuvo en aparentar pobreza y pedir ayuda cuando les sobraba desvergüenza para deshinchar las cuentas e inflar sus bolsillos.

Necesitaban al Granada CF para poner las ofertas en el mercado. Era su escaparate perfecto para comprar barato y vender caro, sisándole en el camino al dueño de la mercancía, al que ponía el escenario, el que vestía el teatro y mantenía la casa. Para que Quique estrenase yate, condujera un cohete o que no le faltara para ejercer de hortera y bañarse a diario en Dom Pérignon.

El abono y la entrada en taquilla lo pagaba el amor al club de los granadinos. El Ayuntamiento corría con los gastos de mantenimiento del campo de juego. Los derechos de TV y los traspasos ponían el parné, y el contable de Pina hacia el resto, reconduciendo la ganancia hacia el lugar secreto de la estancia.

Ahora están en Cádiz, tras dejar herida Granada. El negocio no para aunque la justicia los nombre presuntos. El dinero que esconden, ese es el asunto.

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