Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Pitos, tibios y tontos

Empieza a producir hartazgo la pitada a la Marcha Real en las finales de Copa. De nada sirve contar que la vieja Marcha Granadera fue declarada de Honor por Carlos III en 1770 y que fue el uso popular quien le dio nombre y la convirtió en Himno Nacional. Durante casi dos siglos y medio ha sido el Himno de España, salvo en la II República. Pero da igual, la Marcha Real y la bandera rojigualda son franquistas para cierta izquierda y suponen una terrible opresión para los independentistas vascos y catalanes, amén de las legiones de tontos útiles que amparándose en no sé muy bien qué razones, defienden con la fortaleza de un merengue de fresa, los símbolos de la patria. Tampoco entiendo que los millones de aficionados de los equipos pitadores, en particular los del FC Barcelona, no le pongan las peras a cuarto a las directivas. Al parecer, lo de ser más que un club significaba ser un propagandista del independentismo.

A mí los tontos no me molestan especialmente. Tienen todo el derecho del mundo a abrir la boca para pitar la Marcha Real y demostrar a las claras esa estupidez sideral en expansión que todos sospechábamos que sufren. Es más, les suelo instar a que lo hagan. Estar con la boca abierta es su estado natural. Pero a quien me cuesta mucho más soportar es al indigente intelectual y al tibio. Al primero por su insistencia en el carácter franquista de himno y bandera sin aportar prueba alguna. No la hay. Y al tibio porque es indigno no afrontar los conflictos quitando importancia a todo porque -en sus propias palabras- no merece la pena enfadarse. Son los chamberlaines de nuestro día a día. Los mismos que agitan a los cuatro vientos un papelito firmado que todos sabemos que no se va a cumplir. Los que llaman belicista al Churchill que les recuerda que pudiendo elegir entre la deshonra y la guerra, eligen la deshonra y al final tendrán la guerra.

Pitar al Himno es un ejercicio, sin duda irrespetuoso, grosero y ofensivo, de la libertad de expresión. No le negaré a nadie su derecho a ejercerlo. Somos libres de ofender y en este caso, el agravio es claro. Pero ver impasibles al Rey y a los gobiernos, un año tras otro, ante esta ofensa a España y a millones de españoles, demuestra que la inmoralidad no sólo está en el lado de los tontos que pitan. También y mucho más, en el de los tibios que lo permiten porque no tiene tanta importancia y… no merece la pena enfadarse.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios