rosa de los vientos

Pilar Bensusan

Pobre Navidad

SIN paga extra de Navidad, recortados y endeudados hasta las cejas… Desde luego que esta Navidad no se presenta muy halagüeña para la mayoría de los españoles, que vamos a tener que hacer encaje de bolillos para poder comprar las cenas de Nochebuena y Fin de Año o los regalos de Reyes.

Y no sólo no alienta al consumo nuestra evidente penuria económica, sino que las pobretas luces de gélido color blanco-azulado que alumbran calles, árboles, edificios y comercios, tampoco contribuyen demasiado a elevar el espíritu navideño del personal, otrora enaltecido por la tradicional decoración de Navidad, que iluminaba nuestras ciudades y pueblos con brillantes y espectaculares iluminaciones.

Es cierto que la abominable deuda de los Ayuntamientos les impide hacerse con las luces de toda la vida -que también las hay con eco-bombillas-, y que es mejor que se gasten lo poco que tienen en proporcionar trabajo a los parados que en luz alguna. Pero, una vez decididos a "iluminarnos", está claro que nuestros regidores se decantan por los minimalistas alumbrados, y que los alegres de antaño han caído en desgracia. Los paseos, las plazas, las calles se muestran tan tristones que la crisis se nota más todavía, olvidando que la animada iluminación estimulaba los sentidos y también el consumo…

No obstante, en estas tradicionales fechas, el minimalismo navideño se extiende también a otros ámbitos, véanse, por ejemplo, los mini-belenes sin pastores, ni casitas, ni tenderetes, ya que están por las nubes; o los árboles de Navidad, reconvertidos en simples conos de cartón o de horrible trenzado de plástico con purpurina rudimentariamente adosada; o las pocas y raquíticas cestas de Navidad que todavía se regalan, reconvertidas en un mantecado suelto o una tableta de turrón muy bien envueltas con papel y una cuerda de esas de tender la ropa que tanto molan ahora; y qué decir de las tradicionales comilonas de empresa en Navidad, que, si bien es cierto que ya prácticamente ni se celebran porque no está el horno para bollos, no es cuestión de que, si vas, te pongan un plato gigante con una minúscula partícula de vianda en el centro.

En fin, que la postmodernidad no sólo nos ha traído la invasión minimalista decorativa, sino también una crisis económica monumental, y, aunque no estaría de más un toque festivo y entrañable para hacer que la Navidad nos fuese algo más alegre en tiempos difíciles, hay que reconocerle al minimalismo que reduce al mínimo no sólo los adornos sino también el gasto en estos menesteres, que es lo que ahora importa.

Lo que ocurre es que el apretarse el cinturón debe ser cosa de todos e incrementarse proporcionalmente mientras más se tenga, a diferencia de lo que ahora ocurre que es precisamente lo contrario. Probablemente Urdangarín, Rodrigo Rato & Cía. o los cinco piratas de Nova Caixa Galicia no prescindan en su mesa ni de bogavante, ni de langosta, ni de cava en esta Navidad, mientras los demás nos conformaremos simplemente con poder comer. De todas maneras… Feliz, aunque pobre, Navidad.

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