Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Política del insulto

El PP y Podemos se estarán frotando las manos observando la encarnizada lucha intestina que sufren los socialistas

Me he referido en muchas ocasiones, al abordar hechos diversos de la vida política, de la falta de consistencia en los debates, discursos, intervenciones, dentro o fuera de los parlamentos, con una retahíla de lugares comunes, descalificaciones y, sobre todo, de una generalizada falta de educación en la que incluso los insultos se superponen sobre las ideas, la necesaria divergencia, quizá para ocultar que carecen de esos elementos básicos de gente civilizada: ideas, principios y preparación intelectual. Esa desnudez intelectual quieren ocultarla bajo el pretexto de utilizar un lenguaje de la calle, como si en la calle, la gente se comunicase entre ellos a base de insultos o frases groseras de la que tanto gusta su señoría Pablo Iglesias, llenando de barro la solemnidad y respeto que merece un Parlamento en el que están los representantes del pueblo.

El caso curioso es que los políticos no sólo utilizan sus insultos o descalificaciones para atacar a los contrarios, como acaba de hacer un senador de Compromis que ha roto en la Cámara una foto de la presidenta de la Junta de Andalucía, tras llamarla "asquerosa" y "gusana"... Pero los insultos suenan peor entre los 'compañeros', como está ocurriendo en la feroz lucha intestina que se está produciendo en el PSOE por alcanzar la secretaria general del partido. Los seguidores de Susana Díaz y Pedro Sánchez, sobre todo, agudizan sus dardos envenenados, algunos tan directos como un alcalde 'sanchista' que ha calificado a la Gestora de "mafia", en presencia del candidato.

Es verdad que, hoy por hoy, el PSOE ha recuperado, según el CIS, el segundo puesto en la intención de voto de los españoles, curiosamente cuando cesó Pedro Sánchez en la Secretaria General, puesto que pretende recuperar, legítimamente, porque está vacante. Lo malo es que aunque los militantes decidan en las primarias, según sus simpatías, para el resto de los ciudadanos -posibles votantes en unas elecciones- no tienen claro cuáles son los programas de unos y otros que puedan afectar a sus intereses y con quiénes pactarían, salvo una larga serie de tópicos, sobre quién es más o menos de izquierdas o tendría más posibilidades de vencer o perder en unas futuras elecciones.

PP y Podemos -en horas bajas, uno por sus interminables caso de corrupción, otro, por sus luchas internas- estarán frotándose las manos observando esta encarnizada lucha intestina que, gane la opción que sea, puede originar una fragmentación que podría llegar al suicidio político, como ha ocurrido en otros partidos socialdemócratas en Europa -véase la reciente debacle del partido socialista francés-, lo cual no sólo sería una calamidad para el PSOE, sino para la estabilidad política española.

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