El as en la manga

Ángel Esteban

Polvo eres y polvo

ABermejo le han sacado la tarjeta bermeja antes de terminar el partido. La falta ha sido por la espalda, sin posesión del balón, con nocturnidad y alevosía. Como si Rubalcaba condujera por la M-30 a 200 sin carné. Esas cosas, en un ciudadano invisible, tienen su relativa importancia. En un representante de la ley no tienen perdón. Tarjeta bermeja y a la calle. Pero, días antes de una elecciones, tiene malafollá. Porque en Euskadi se podría dar la vuelta a la tortilla por primera vez en muchos años, y echar definitivamente a Spoke de su cortijo; y en Galicia podría repetirse triunfo multipartito, evitando la mayoría absoluta del PP. Así que, Bermejo, le has puesto las cosas chungas a los tuyos.

Volvemos a lo mismo: en España parece que no se puede trabajar en lo normal: siempre hay derrames internos de la política que toman las primeras páginas de los periódicos (con el permiso del Oscar de Pe, la derrota del Barça y la ayuda millonaria de Obama a Gaza). Varios miles de personas pierden el empleo cada día, varias empresas se desploman cada veinticuatro horas, las casas de incontables familias peligran por no poder hacer frente a la hipoteca, mientras los dos partidos mayoritarios se hunden en sus propios problemas. Porque lo del PP es de risa: se espían los unos a los otros y en medio de todo ello se descubre una nueva trama de corrupción en el corazón del país.

Hemos conseguido la cuadratura del círculo: en el Congreso y, por ende, en los periódicos, ya no se habla de la crisis con tanta contundencia, sólo de los desajustes de los dos partidos a los que ha votado más del 90% de la población española. Ver para creer. Ya no importa el precio de la leche y de los huevos, que tanto reiteraba Rajoy en su campaña del año pasado, ya no se habla de las pensiones y las ayudas a discapacitados, a pesar del esfuerzo de la muchacha que preguntó por ello al presidente en el programa de televisión, y lo de los planes para creación de empleo parece una cantaleta que se pierde en la noche de los tiempos. Justo cuando más lo necesitábamos. La España de Bermejos y Correas, de Rinconetes y Cortadillos, no ha cambiado mucho desde Cervantes. Y así nos va. Lo peor de todo es que los desmanes de los de arriba no son más que el reflejo de las vergüenzas ocultas de los de abajo.

En este país hace falta una profunda transformación moral, que nada tiene que ver con una mal intencionada educación para la ciudadanía, por la que dejemos de ser Lazarillos de la Moncloa o de Tormes y no nos pasemos la mitad de la mañana desayunando y la otra mitad en la cervecita del mediodía.

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