La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

¿Populismo feminista?

La paridad y las cuotas son necesarias pero insuficientes. El poder hay que ejercerlo desde el poder mismo y desde el ejemplo

Populismo y manipulación. Los periódicos se han convertido en las últimas semanas en improvisadas revistas de la reflexión política; en excepcionales plataformas para situar en el foco público un tema que suele estar restringido a analistas, filósofos o historiadores: la amenaza del populismo. Con la crisis económica convertimos los bares en ateneos de las finanzas y ahora es la crisis política la que se filtra en la agenda mediática y en las conversaciones cotidianas con (pretendidos) análisis sesudos -en parte bienintencionados, en parte interesados- sobre la deriva en que ha entrado nuestro sistema de representación y de valores. La reciente victoria de Donald Trump en EE UU y la muerte del líder cubano Fidel Castro han servido, además, para equiparar el riesgo del radicalismo de derechas con el de izquierdas dando a los dos bandos similares argumentos de confrontación.

¿Pero hay también un riesgo de populismo en los controvertidos movimientos feministas? Si atendemos a la (nueva) crisis en que esta semana ha sumido Pablo Iglesias a su partido, la respuesta no puede ser más que afirmativa. La munición la lanzó el líder de Podemos en un foro de eldiario.es con su torpe reflexión sobre la "feminización de la política" y ha desencadenado una incontrolable espiral de reacciones: desde la izquierda moderada que ha sumado "su verdadero perfil machista" a las tradicionales críticas de "altanería" y "soberbia" hasta quienes han incendiado la polémica equiparando el feminismo con el "machismo de ovarios".

No voy a entrar en la desafortunada forma en que planteó que la "feminización de la política tiene que ver, más que con la presencia de mujeres en puestos de decisión, con construir comunidad y cuidar" -él mismo llegó a decir que no se reconocía en tales palabras y que no es lo que quiso expresar- sino en el trasfondo de su discurso: la existencia de mujeres en puestos de representación no garantiza que haya una verdadera política feminista.

El sentido común le da la razón; la realidad le da la razón. La presencia de la mujer en puestos directivos es necesaria, pero no es una garantía de nada; las cuotas son un camino irrenunciable; pero claramente insuficiente. Pero para llegar a esta conclusión hay que hacer un duro ejercicio de honestidad y de pragmatismo: guardar las siglas y los intereses partidistas en el cajón y anteponer la evidencia social al juego político.

El gobierno de Susana Díaz podría servir de ejemplo. No son pocas las críticas en los círculos feministas sobre el modo en que la presidenta de la Junta ejerce su poder. Sorprende que sus principales cargos de confianza (tanto en el partido como en el gobierno andaluz) sean hombres y que tampoco se haya producido una apuesta por mujeres para situarse al frente de los principales organismos dependientes de la Junta. Es más, si nos atenemos a las comparaciones, hasta el gobierno de Griñán era mucho más feminista que el de Susana Díaz...

Que se cumplan la "paridad" y con las "cuotas" no significa nada si no se produce en paralelo una apuesta pragmática por situar a la mujer en los principales puestos de decisión -donde realmente se puede medir su impacto es en el día a día del ejercicio del poder- y si no somos capaces de reconocer que también el movimiento feminista tiene sus distorsiones. Me refiero, por ejemplo, a los lobbies feministas que terminan actuando como clubes de amigas admitiendo, excluyendo y rotando en función de filias y fobias.

Nada de lo que acabo de plantear es políticamente correcto. Ni feministamente admisible. Pero no sería responsable reclamar una política activa en defensa de la igualdad si no reconocemos los desajustes del camino.

Podemos arranca la próxima semana en Granada una ruta por todo el territorio nacional para recoger las "demandas de las mujeres" y conseguir que la formación política sea una herramienta efectiva capaz de cambiar el país "de dentro a fuera"... Suena a populismo, sí. Y a oportunismo, sí. Pero admitamos que no es una ocurrencia ni una casualidad. El (verdadero) feminismo necesita un debate sosegado y sincero. Porque el poder hay que ejercerlo desde el poder mismo y desde el simbolismo del poder.

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