Paso de cebra

José Carlos Rosales

Primavera sin catálogo

CON motivo del 40 aniversario de la Primavera de Praga, la embajada de Chekia y la Universidad de Granada han organizado una exposición de fotografías sobre aquellos terribles acontecimientos de agosto de 1968: tanques soviéticos pisoteando la libertad, estudiantes desafiando en las calles de Praga la tiranía de la URSS, ciudadanos atónitos mirando el derrumbe de sus aspiraciones políticas o la cruz nazi dibujada en un carro blindado del Pacto de Varsovia.

Pero esta magnífica exposición (sorprendentemente sin catálogo ni folleto) no se queda ahí. También recorre la llamada Revolución de Terciopelo: la lucha de los checoslovacos por conservar la memoria de los estudiantes que, en la plaza de Wenceslao, en 1968, murieron defendiendo la libertad; el ejemplo de la 'Carta 77', en la que, a partir de enero de 1977, más de 200 intelectuales checoslovacos exigieron al gobierno de su país mayor respeto por los Derechos Humanos; las luchas cívicas que culminaron en la huelga general de noviembre de 1989; la posterior dimisión del gobierno prosoviético; o la proclamación, en diciembre de 1989, de Václav Havel como presidente de Checoslovaquia.

La memoria histórica de la Europa democrática gira alrededor de tres ejes: la consecución de un espacio público laico alejado de toda teocracia, la derrota del nazismo y la denuncia del totalitarismo soviético. También la memoria histórica española se construye sobre estos tres ejes. Sin embargo, y de forma creciente en los últimos tiempos, uno de esos ejes se ha debilitado hasta alcanzar niveles inquietantes de indignidad: me refiero a la denuncia del totalitarismo estalinista. Ahí está la complacencia vergonzosa de cierta izquierda española con el régimen cubano de la familia Castro o la convivencia irresponsable de ciertos partidos políticos (en Mondragón, por ejemplo) con aquellos cuyo modelo social no es otro que el de la infausta dictadura del proletariado.

Por eso es importante la exposición de la Corrala de Santiago. Sobre todo si recordamos que en ese mismo lugar, en noviembre de 2005, se inauguró otra sobre los carteles de la Revolución Cultural China (seis millones de muertos): en su exquisito y cuidadísimo catálogo el entonces rector de la Universidad calificaba ese vergonzoso periodo como "momento histórico convulso y contradictorio sobre el que los debates y las polémicas continúan abiertas". Las dictaduras (del signo que sean) no son contradictorias o polémicas: son simplemente rechazables. Y sus víctimas merecen solidaridad y respeto. Como también se merecen un catálogo en aquellas exposiciones que narren su lucha por la libertad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios