Profesores

La mediocridad de una instrucción pública igualitaria de perfil bajo marca la vida ciudadana

Ya entonces, y hablo de mediados de los años 90, nos llegaban noticias del desastre que se gestaba en las aulas. Pero nadie se daba por enterado. Oficialmente, la Instrucción Pública era un éxito. Teníamos más bachilleres que Inglaterra y los titulados universitarios se multiplicaban como los panes y los peces del Evangelio. Lo importante era el número, no la calidad. La demagogia populista se abría paso y cualquier intento de argumentar en contra, con los datos en la mano, te situaba en la posición de sospechoso en general, y, como partidario de un cierto orden en las cosas, sospechoso de antidemócrata.

Cuando descubrí que una sobrina mía en primero de bachillerato no sabia dónde estaba el río Guadalquivir y que otro de mis sobrinos creía que Dostoievski era el próximo fichaje del Real Madrid, intuí que nos esperaban años duros. Y aquí están. El CSIF, el sindicato más significativo de funcionarios de la enseñanza, ha revelado que el 90% de los docentes en España se sienten amenazados, insultados, indefensos, etc, en un contexto escolar de violencia generalizada. "Es normal que los niños nos griten y nos insulten. Sus padres hacen lo mismo", comenta un profesor de la ESO en el informe. Es curioso: los padres de estos alumnos pertenecen a una generación que se educó en el ambiente "progre" de los años 80. Un ambiente de banalidad e infantilismo que, por su inanidad crítica e ideológica, mereció el apoyo del poder político (véase "la movida madrileña"). Los caprichos del YO por encima de todo. El ideario de orden, esfuerzo, disciplina y aprendizaje, propio de la instrucción pública republicana, se arrumbó como chatarra ideológica. El "Mundo Alicia", que diría nuestro inolvidable profesor Bueno, se manifestó en su esplendor. El ejercicio de la memoria pertenecía al pasado, el colegueo entre profesores y alumnos era deseable, más ordenadores y mejores presupuestos solucionarían los problemas. Etc, etc.

Hoy, los resultados del discurso "innovador" están a la vista. El modelo capitalista y liberal de concebir el mundo se impone. La Ley de la selva arrecia. La mediocridad de una instrucción pública igualitaria de perfil bajo marca la vida ciudadana. Y muchos parecen interesados en olvidar que para impartir conocimientos y recibirlos es suficiente con una tiza, una pizarra, silencio, atención y respeto.

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