Desde que el Decano del Colegio de Abogados de Sevilla nos ha llamado provincianos a los granadinos por defender la capitalidad judicial de Andalucía en Granada y querer evitar el despiece del TSJA, me corroboro más en la necesidad de entrar en el debate territorial de Andalucía, porque cada vez somos más los provincianos que queremos ser como Murcia, Logroño, Santander, Asturias, Navarra o Madrid.

Tras 40 años de centralismo sevillano, en el sentido más literal de la palabra, esto es, todo para y por Sevilla, creo que ha quedado más que demostrada la ineficacia y la ineficiencia de esta Administración autonómica que sólo ha mirado para su gloriosa capital, mientras que los provincianos más lejanos de la city vivimos en una decadencia cada vez más grave en servicios públicos, infraestructuras, patrimonio, etc., que nos sitúan en niveles decimonónicos de desarrollo mientras los señoritos de la capital viven en pleno siglo XXI. Y ante esta ineficacia de la que los hechos objetivos dan cumplida cuenta, nos queda la descentralización administrativa, para gestionar un territorio más homogéneo y reducido para y por todos sus habitantes, y no sólo para unos cuantos.

Es comprensible que con tanto calor y tanta feria estos señores de la capital no tengan ni tiempo para pensar en repartir lo que es de justicia para los provincianos de Granada, que con una Sierra y una Alhambra que miran pero que tocan poco ya se apañan y se conforman…, y es que a los catetos se les contenta con poca cosa…

Pues bien, estos catetos de provincias de la Alta Andalucía, con unos cuantos siglos de historia y de cultura bien diferente a nuestras espaldas de la Baja Andalucía, cosa que ya se distinguía sobradamente desde al menos 1653 (ver Archetypo de virtudes, espexo de prelados el venerable padre y sieruo de Dios F. Francisco Ximenez de Cisneros, escrito por Pedro de Aranda Quintanilla y Mendoza), han mantenido una clara diferenciación histórica con Sevilla hasta que al motrileño afrancesado Javier de Burgos se le ocurrió en 1833 la feliz idea de inventarse las provincias en detrimento del Reino de Granada, que siempre ha quedado perfectamente individualizado por su tardía conquista y por haber mantenido su denominación como Reino bajo la Corona de Castilla y su singularidad organizativa e institucional administrativa, judicial y religiosa. No en vano el prestigioso historiador Antonio Domínguez Ortiz refiere que hasta 1833 "la Administración conservó la identidad del Reino de Granada sin confundirlo nunca con Andalucía" (Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, 1977-78, Granada, 1978, Universidad de Granada, págs. 18-19).

Después de casi dos siglos de ostracismo, decadencia y dejadez, es hora de que estos provincianos paletos miremos por nuestros intereses regionales, porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará en nuestro lugar…

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