Cuchillo sin filo

José Torrente

Querido Gabriel, así no

CUANDO las gentes que componemos el Partido Popular de Granada hemos coincidido en un objetivo común, cual es el de derrotar una forma de hacer política como la que lleva a cabo el PSOE en esta ciudad y en esta provincia, todos los militantes y simpatizantes del centro derecha hemos aunado esfuerzos e ilusión para conseguir ese objetivo. Se hizo con Gabriel Díaz Berbel de candidato a la Alcaldía o al Senado, se ha hecho sucesivamente con Pepe Torres Hurtado y se hará con quien, desde nuestra organización democrática, se estime conveniente proponer para profundizar en la ejecución de políticas liberales y enfocadas a dar solución a los problemas de las familias, desde la óptica competencial municipal, autonómica o estatal.

Solucionar los problemas de las personas es nuestro objetivo. Como segundo partido en representación de la provincia es nuestra obligación la de presentar alternativas a un PSOE falaz y tramposo. Pero no es un problema social que Díaz Berbel haya sido o no haya sido propuesto para senador en vez de Sebastián Pérez. En el PP somos más de 20.000 militantes, sin más intención que la de dar la cara por nuestra gente y ser alternativa de gobierno a quien manda, que no gobierna, en Andalucía.

Cuando Díaz Berbel perdió aquel congreso provincial del PP en 1996, con la candidatura de José Luis del Ojo para presidente, le recuerdo recriminando a la militancia que las NNGG en el congreso tuvieran la representación electoral que tuvieron y que, a la postre, fue decisiva en aquella derrota. Cuando perdió la Alcaldía, Díaz Berbel reprochó a los ciudadanos que se hubieran ido a la playa en vez de a votarle y le costaba asumir errores propios sobre una gestión con sus luces y sus sombras. Nadie del PP salió contra él por eso.

Hoy, de nuevo, Díaz Berbel reprocha, y en público, porque, al parecer, no se le ha hecho el gusto de sus exigencias particulares y, de nuevo, acusa a sus compañeros de partido, esos que, liderados por Sebastián Pérez, hace muy poquito lo propusieron para que ocupara un cargo de representación en Cajagranada. Una cuestión: si Díaz Berbel fuera senador, ¿haría esas preguntas en público sabiendo que dañaba la imagen del PP y su presidente?

Cuando la vanidad envilece a algunos políticos hasta el extremo de considerarse insustituibles, se pone a disposición de la opinión pública, primero, y del rival político, después, la suficiente carnaza para que ésta noble profesión de la representación pública gane en desprestigio más que en confianza.

Por eso, creo sinceramente que la actitud reprobable de Díaz Berbel, poner en duda la aptitud de los compañeros que le ayudaron a auparlo hasta donde estuvo y donde está,no sólo perjudica al partido que lo sostuvo y lo sostiene, sino que perjudica a la imagen de la profesión política: no todos somos tan importantes como para creernos insustituibles.

Y está bien que se pida libertad de expresión y que se use, pero en el PP existen cauces estatutarios, con una consigna clara: no se puede perjudicar la imagen de la organización ni tampoco la de sus representantes. Igual que no es malo que, contra la opinión de uno, en una junta directiva surjan 30 en contra. Y uno no se puede quejar de que mientras era cargo público todo iba bien y ahora que no lo está la cosa deje mucho que desear. No, Gabriel, así no.

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