Cámara subjetiva

Ángeles Mora

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PASAN pronto las vacaciones y de repente caemos en septiembre, todavía medio dormidos, quitándonos de los ojos las musarañas que nos ha dejado agosto: restos de sal, olas, agua azul, lunas, alfilerazos de inevitables mosquitos… Adiós a todo eso.

Compro un periódico y me llevo el primer sobresalto. Es la imagen de Mariano Rajoy detrás de la imagen del Apóstol Santiago, rodeándolo con sus brazos. Así, cara con cara, los dos parecen asustados. Y el cuadro resulta inquietante. Rajoy, metido a peregrino, le pidió al Santo ayuda "para no desfallecer y hacer de la política una actividad noble al servicio del bien común". Tarea tiene el bueno de Santiago ante sí. Pues allí estaba la plana mayor de la gran familia del PP solicitando su protección y reiterándole, cómo no, su compromiso inquebrantable con España. Supongo que Camps, que siguió la misa desde el primer banco, le rogaría ayuda especial. Compadezco al Apóstol Santiago, que este año se ha debido llevar más de un estremecimiento ante tantas peticiones imposibles: el cuento de nunca acabar (de hacer milagros).

Luego he visto otra foto simpática. De curas. Bueno, de jerarquías de la Iglesia Católica: el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, charla sonriente con el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Antonio Rouco Varela. Y es que el arzobispo de Oviedo ha protagonizado la primera reacción pública de la jerarquía eclesiástica a la nueva postura del famoso científico Stephen Hawking acerca de Dios. Hawking en su último libro The grand design (cuya edición española acaba de salir a la venta), niega que la existencia de Dios sea necesaria para explicar el origen del universo. El prelado ha contestado sin pestañear que "Dios es el creador del universo desde hace mucho tiempo". "Basta tener las antenas bien puestas para entender que Dios está". "Con su acostumbrada discreción -continua diciendo- Él está presente". Y no es cuestión de discutirle al arzobispo su fe. Ni negar la discreción divina.

El hecho es que Hawking ha pasado de buscar "la mente de Dios" tras las leyes físicas a situarse más allá de la vieja postura de Laplace, que ya a principios del XIX aseguró que no había necesitado contar con la hipótesis de Dios en sus estudios astronómicos.

Al margen de que los creyentes y no creyentes estén o no de acuerdo con Hawking, habrá que leer El gran diseño, un libro que promete sumirnos -como todos los suyos- en la fascinación y la inmensidad de un Universo donde flotamos a cuestas con nuestras miserias.

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