Mirada alrededor

Juan José Ruiz / Molinero

Recuerda, en la Casa Roja

SALOBREÑA ha tenido la feliz idea de crear la Fundación José Martín Recuerda, inaugurada con una exposición en la Casa Roja sobre su persona y su obra y un acto literario-musical, en el que se representó un fragmento de Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca, una recreación de los últimos momentos de Mariana Pineda y un canto a la libertad que me estremeció en su estreno en Madrid, con una arrolladora Concha Velasco, me emocionó en Granada y me sigue conmoviendo cuantas veces asisto a cualquier representación, total o parcial, de esta obra clave en la historia del teatro español contemporáneo. Emoción que culminó la desgarrada voz jonda de Carmen Linares, que cantó algunas coplas pertenecientes a la obra, entre otras. Al Ayuntamiento de la localidad costera, al patronato y a su hijo adoptivo y editor de sus obras completas, Ángel Cobos, hay que agradecerle esta iniciativa.

He escrito mucho sobre el autor granadino, comentando su obra, casi desde los comienzos -aquella inolvidable La llanura-, resaltando su fuerza, su originalidad y el buceo por la España profunda -España sin careta, la llamé- que él retrató tan admirablemente. Conservo sus cartas como un tesoro y él me respondió incluyendo algunas de mis críticas a su antología de textos. Siento una admiración especial por Recuerda por haber puesto el nombre de un granadino, del barrio de la Pescadería, en la cima de la creación literaria universal. Y siempre diré que muy pocos dramaturgos de su tiempo, españoles y extranjeros, tienen su fuerza, su calidad, su perennidad.

Universal, sin duda, mi admiración por la gente de las letras aumenta no sólo por sus calidades literarias, sino por su firmeza en la denuncia, en el retrato de España y los españoles, en distintos momentos y circunstancias. Detesto la poesía por la poesía, la literatura por la literatura o la música por la música. Necesito encontrar en la perfección, en la genialidad, el compromiso, la libertad y la emoción. Sin emoción no hay arte. Por eso son pocos los elegidos, aquellos que son capaces de transmitir ese pálpito que rebasa el análisis -literario, musical, plástico- para que la gente pueda sentir las cosas, desnudadas de coloretes, intereses, convencionalismos, sometimientos. Recuerda fue un inconformista y un singular retratista de la España de las emociones y las pasiones. De esa España que es capaz de olvidar, en su profunda incultura actual, sus señas más auténticas. Por eso, hay que recibir con emoción esta Fundación que tratará de mantener vivo el recuerdo, la huella, la admiración de muchas generaciones que en Salobreña, el lugar que eligió para terminar sus días, lucirá mejor, a la luz deslumbrante de su mar abierto y a la sombra benéfica de su peñón.

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