La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Referéndum

El referéndum es ilegal, dice el hombre de Gurtell, Punica, Noos, Bárcenas, Camps, Naseiro, González, Marchelo, Nazarí

Rajoy, el presidente de un partido que ha financiado sus campañas electorales y ha ganado sus elecciones con dinero negro procedente de mordidas de contratos públicos, ha diseñado una estrategia frente al referéndum en Catalunya en la que el eje argumentativo de todo su discurso, se apoya en la ilegalidad de la propuesta del Govern y de su Parlament; el referéndum es ilegal, dice el hombre de Gurtell, Punica, Noos, Bárcenas, Camps, Naseiro, González, Marchelo, Nazarí… y, en consecuencia, cualquier acción que apoye, proteja, facilite o permita el referéndum, se contaminará de esa ilegalidad y será investigable, perseguible, punible… haciendo de la amenaza y del miedo el instrumento de su cerril ineptitud en la gestión de un problema histórico de España; el de su estructura como Estado. Por eso, desde hace días, Catalunya vive un forma blanda de estado de excepción que cada día a todos debiera asustarnos un poco más.

En torno a ese argumentario bananero, como le llaman ahora los hippters de pipa y barba que constituyen la inteligentzia de estos años de frívola ignorancia e insana vulgaridad, ha iniciado una ofensiva con todos los instrumentos del Estado. Desde el aparato judicial; una estructura que demanda desde hace décadas reformas democráticas en profundidad, a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, en manos de un ministro del que es mejor ni hablar, pasando por un Ministerio de Hacienda que ha representado hasta el aburrimiento con sus instrumentos de policía fiscal, un papel partidista y bravucón que ofende a cualquier funcionario público. Ni un euro público se podrá gastar en la consulta, dice el hombre que vacía una y otra vez las arcas publicas para sanear bancos privados.

Hasta a Correos han llegado las amenazas del hombre que quiere salvar España.

Pero igual de culpable es un Partido Socialista, republicano y federal, según siguen creyendo algunos de sus bienintencionados militantes que pasean en sus solapas banderas republicanas con la resignada fe del que pasea una insignia de su equipo de fútbol, que viene a ser el triste comparsa de esa política ciega que sacrifica principios e historia por el puro miedo a enfrentarse a la realidad catalana.

Una realidad que les aterra, pero que lleva cientos de años mostrándose, manifestándose, haciéndose evidente, con todas las contradicciones que encierra, pero que ahí está, cada día más sólida y más compartida por una sociedad harta de tanta incomprensión, de tanta altanería y de tanto desprecio y que lo ha dicho con millones de voces distintas y un solo mensaje: queremos hablar.

Ni el Partido Socialista con su confusa falta de identidad ideológica ni el PP con su cachiporra por bandera podrán seguir escondiendo bajo las alfombras del futuro una realidad que está más allá de sus deseos inmediatos y del miedo a sus propias contradicciones.

Catalunya quiere hablar y va siendo hora de que dejen que lo haga, con sus temores, con sus dudas, con sus desconfianzas, pero también con el respeto que merecen y, si es posible, también con el afecto que se merecen.

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