En el primer texto del Estatuto Autonomía de Andalucía, aquel que por vez primera conformó jurídicamente y administrativamente a esta tierra como Comunidad Autónoma, se contemplaba a la ciudad de Granada, textualmente, como capitalidad cultural de la autonomía. Granada era así reconocida, sin ambages y por todas las fuerzas políticas y sociales que participaron en la redacción de aquel importantísimo documento jurídico constituyente, como el emblema cultural de la región. Y así fue reconocida en atención a la histórica tradición cultural de la ciudad, de su fama y prestigio internacionales en este sentido y que el hecho cultural venía a ser consustancial al propio ser granadino que se alzaba, así, en el conjunto de ciudades de esta autonomía, así como otras ciudades lo eran esencialmente en la industria, la agricultura o las actividades turísticas o marítimas.

Al cabo de los años; más de treinta y cinco y en los que en la Junta de Sevilla sólo ha gobernado el Partido Socialista y no es ésta malévola acusación, sino dato objetivo; el texto del Estatuto de Andalucía ha experimentado algunas modificaciones y entre ellas la desaparición de esa "definición" o consideración de la ciudad de Granada como blasón cultural, lo que, erróneamente, había hecho suponer políticas de inversiones de la Junta autonómica en el mayor desarrollo cultural de la ciudad.

No ha sucedido nada de particular por ello. No se han movido los cimientos de la Alhambra, no han clamado las clases intelectuales, ni ha tronado la Universidad y mucho menos se han rasgado las vestiduras ni alcaldes, ni concejales, ni diputados ni senadores, ni se han escuchado las voces de escritores, periodistas, filósofos o profesores. Nada ha acontecido en señal de protesta. Mudas han permanecido las academias, silenciosas las facultades y los departamentos de letras y de artes, de perfil se pusieron todos los colegios y asociaciones profesionales. El asunto -obsérvese qué tristeza- ha pasado casi desapercibido.

Ahora nos dicen que la Sociedad General de Autores se marcha; sí la misma que presidió o dirigió aquel eminente trompetista y mago marginal de las finanzas ajenas, Teddy Bautista y en la que, en su junta directiva estuvo el listo de Ramoncín, quien emitía facturas que hubo de explicar en el juzgado; conocida por las siglas SGAE y que ha tenido delegación en Granada para Andalucía Oriental durante más de un cuarto de siglo. Se va, sí, la SGAE a Málaga, aduciendo que Granada ha experimentado una pérdida muy notable de "identidad cultural", en beneficio de la ciudad de los Larios, los Thyssen y los Picassos.

Y uno piensa paralelamente al acontecer de estas cosas: ¿Qué fue del prometido teatro de la ópera que la Junta de Sevilla dijo de hacer en Granada y que anunció en medios de comunicación a bombo y platillo? ¿Qué sucede con la llegada del legado documental de Federico García Lorca, para el que se construyó un impresionante y costoso centro cultural en la plaza de la Romanilla, que no tiene ni programación estable ni nada que mostrar al visitante? ¿Es que el legado de Lorca lo traen caminando desde Madrid en carrera de relevos? ¿Por qué se han reducido las inversiones reales -no las presupuestadas- en materia cultural, tan drásticamente, por parte del Ayuntamiento de la capital y de la Diputación Provincial? ¿Cuándo llegará a Granada el AVE? ¿Por qué la Junta de Sevilla es, cada día que pasa, más sevillana que la Torre del Oro, aunque sigue administrando la Alhambra? Y así podríamos seguir para concluir en resumen: ¿Por qué Granada es tan abandonada de las administraciones y los granadinos tan poco defensores de su propia tierra? ¿O no?

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