Un siglo después de que Ángel Ganivet se pensara la ciudad, está pendiente repensársela de fondo, pues en el siglo XX tan solo se ha prolongado el pensamiento ganivetiano de una ciudad que tiene más de lamento, de inmobilismo estético y de quietud que de una urbe que mira cara a cara al horizonte, que es lo que ya toca.

Ya no nos quedan más trenes que perder desde el tren mismo, que ya ni llega hasta la ciudad. Hemos tocado fondo como colectividad. Vale, pero de aquí en adelante no nos queda otra que subir desde el erial en el que se encuentra una ciudad ninguneada hasta la ofensa, ahora que debajo de la ruina económica y de la falta de ilusión ya sólo queda la nada.

Faltan ideas claras e imaginativas y sobra conformismo, descreimiento y derrota. Que Granada ya es patente. Las quejas y el victimismo sobran para empezar, individual y colectivamente, a aportar algo. Si la crisis no se pudo atribuir solo a la gestión de los políticos (nosotros les votamos) tampoco el salir del hoyo puede ser solo cuestión de ellos. Es algo personal, grupal y la cuestión está en saber la ciudad que dentro de unos años veremos hecha realidad. Y si ya está el proyecto pues saber en qué consiste, claro, que no queda claro para dónde vamos. Hay que pensar otra 'Granada', esa palabra mágica con la que fuera de aquí sonríen y suben los ojos en arrebato místico-romántico del que ya hemos abusado demasiado.

En lo físico, la ciudad que entendimos ya engloba los pueblos de alrededor. Pero allí no llegan los buses urbanos, hay que coger el coche, el Metro ahí sigue, a paso de caracol y demás.

Es solo una muestra de que pensamos una ciudad que ya no engloba todo lo que la ciudad realmente da de sí, que es mucho más, incluidas la Alhambra y la Sierra, esas perlas que tenemos cautivas y que hay que rescatar.

Ampliar la idea nos hará más manejable la realidad. Eso ya es un paso que permitirá construir sobre nuevas bases un futuro que ya no puede pasar por más y más turismo y Universidad, sino que tiene que incluir cultura y modernidad, dotación de teatros, salas y demás.

Pensar en grande deriva en nuevas ambiciones. Porque recordemos que Ganivet, al que tanto le dolía Granada, se pegó un tiro en Riga. Y no es plan de acabar en esa nada como ciudad. Ni en lo personal ni en .

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