Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Ríos de leones

Un país cuyo presidente amenaza con aumentar las pensiones míseras es un país sin esperanza

Ocurrió en la mañana de ayer bajo un manto de nubes grises. Ríos y "ríos de leones" fueron a desembocar hasta la Plaza del Carmen. Leones achacosos, artríticos, reumáticos, prostáticos, descorazonados, herniados, con los colmillos gastados, con el pelo ralo, amarillento o blanco… pero leones al cabo. Miles de hombres y mujeres que diseñaron con sus cerebros y levantaron con sus manos el país durante décadas, que batallaron para instaurar las instituciones democráticas y que contribuyeron a hacer inmensamente ricas a empresas cuyos beneficios aumentan mientras ellos empobrecen. Fatigaba ver tanto trabajo junto, tantos siglos de existencia, tantos cientos de miles de horas extraordinarias, tanto pensionista gritando para que no le roben por lo legal lo que es suyo, lo que ha ganado a lo largo de años de infatigable faena. Muchas de esas personas han mantenido a tres generaciones de familiares durante la crisis. Muchas figuran entre el 46% de viejos desgraciados que cobra menos de 736 euros mensuales. Y muchas se encuentran entre los cinco millones de ancianos que corren serio riesgo de pobreza; los mismos a los que arrojan una limosna del 0,25% de aumento salarial.

Mientras ellos daban ejemplo de continencia y generosidad, la clase política ha aumentado sus sueldos e incompetencia de manera escandalosa. Ha sido incapaz de reformar la Administración, eliminar las diputaciones o limitar suficientemente los gastos suntuosos. Ha mantenido setenta días de vacaciones parlamentarias anuales (excluyo la Semana Santa) y ha cobrado dietas pese a no acudir al centro de trabajo. Ha consentido o ignorado una corrupción oceánica. Ha rescatado cajas y autopistas con el dinero de todos. Ha exiliado jóvenes e inteligencia. Ha permitido vergonzosos privilegios fiscales a los más poderosos. Y ha despedazado las huchas de las pensiones hasta poner al sistema al borde del fracaso, hasta convertir a España en un Estado desigual y fallido. Sí, fallido, porque un país cuyo presidente amenaza con aumentar las pensiones míseras, si es que "podemos", y lo liga a la aprobación de los presupuestos, es un país sin esperanza. De ahí que cientos de miles de los jóvenes de ayer, junto a algunos de los ancianos de mañana, hayan dicho basta y se hayan lanzado a las calles para exigir sus derechos. Empiezan a ser conscientes de que, en tanto les queden fuerzas para acudir al centro electoral más cercano y votar, no todo está perdido. Su rugido es el himno de la España real. ¡Y no el de Marta Sánchez!

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